Salas vs Festivales Por

Alfredo Piedrafita

Alfredo Piedrafita es guitarrista en Barricada desde el año 1983 hasta la actualidad y con los que ha grabado una veintena de discos. Además ha participado en otros proyectos como In Vitro.

Y llegaron los festivales. Surgieron de repente, como si en un momento dado a alguien se le hubiera encendido una bombilla sobre la cabeza descubriendo así la piedra filosofal del rock en este país. Por supuesto que no inventaron nada, no se hizo otra cosa que imitar algo que llevábamos muchísimos años viendo en el resto del mundo, pero que en este país, como casi todo lo relacionado con la cultura del rock, tardamos demasiado en importar. Y de golpe y porrazo alguno de ellos se convirtió en “La Meca” de todo buen rockero, haciendo de ellos un lugar sagrado de peregrinaje año tras año. Y cuando el primero funcionó, llegaron (también típico en este país) las imitaciones y los aprovechados. Nos vendieron la moto de que si no estabas ahí no eras nadie en el mundo del rock y aprovecharon eso para, alegando grandes inversiones en infraestructuras, recintos y demás, que la mayoría de las veces no existían, conseguir bajar los cachés de los grupos y subir los precios de las entradas, llegando a darse el caso incluso de grupos a los que ir a tocar allí les costaba dinero, con la falsa promesa de que si tocaban iba a ser la oportunidad de su vida. Al final los ponían a una hora en la que el sol pegaba demasiado fuerte y era incompatible con la enorme resaca del día anterior. Pero la ilusión de un grupo que empieza no tiene límites y al año siguiente habrá una larga fila de bandas deseando subirse a esas tablas que tanto prometen.

Afortunadamente, con el tiempo y la crisis gran parte de ellos desparecieron y vemos lo que la lógica intentaba explicar a nuestro cerebro pero que éste se negaba a creer: que el pez grande se comería al chico y que solo unos pocos sobrevivirían a esa vorágine festivalera y que los demás se quedarían en lo que habían sido hasta entonces, conciertos. Conciertos en los que la banda a la que ibas a ver, en vez de hacer un repertorio reducido a una escasa hora, se podían explayar y podías disfrutar de un set list completo, que incluso en alguna parte de él te podía deparar alguna sorpresa. Seguirías siendo salpicado, pero en vez de por el kalimotxo de tu vecino al que una avalancha rockera le obligó a soltarlo al aire, por el sudor cercano y sincero de tu banda favorita, aquella a la que la última vez que los viste en un gran festival fue gracias a la pantalla gigante que retransmitía el concierto desde el punto de vista de alguien que jugaba a realizador de televisión. La duda es si la juerga entre amigos y los posibles escarceos etílico-amorosos por la noche entre tiendas de campaña y sacos de dormir sudorosos eran realmente la gran estrella de tu festival y las bandas simples teloneros o al contrario.

Está claro que sobre gustos no hay nada escrito y que cada cual elije la mejor manera de disfrutar de un buen concierto de rock. Los hay que prefieren las multitudes y el ver todo lo que se pueda durante tres días y con eso ya tener suficiente para todo el año. Y los hay quien, como el que escribe esto, preferimos los lugares más íntimos, sin aglomeraciones, repartiendo a lo largo del año las oportunidades de ver a los grupos que te gustan. Lo que está claro es que es bueno que haya de todo, que haya variedad sobretodo de estilos, que la mezcla sea positiva y que de vez en cuando consigas descubrir alguna banda nueva. Ahora que las cosas no están muy boyantes económicamente, parece que vuelve a estar mucho más presente el circuito de salas con aforos no muy grandes.

A mi me gustan especialmente este tipo de conciertos, tanto desde el punto de vista de músico como del de espectador. Pero sobretodo destacaría las salas dedicadas al rock, en las que cuando el concierto termina, te puedes quedar tranquilamente a echar unas cervezas escuchando buena música sin que un tío el doble de grande y de estresado que tu, te “invite” de malas maneras a salir a la calle. Y no suele ser conveniente llevarle la contraria, claro. Además, no podemos olvidar que el verano termina pronto y con él la temporada de festivales, que queda mucho año por delante, y no es bueno estar demasiado tiempo sin una buena dosis de rock que llevarte a las orejas y qué mejor lugar que el bar o la sala de conciertos cercana a tu casa. A esa gente también los tenemos que cuidar y es verdad que a veces nos cuesta demasiado salir de casa y tomarte algo mientras ves a un grupo al que solo conoces por referencias. Yo así llegué a descubrir más de una banda a las que luego he seguido, alguna incluso ha llegado muy alto y puedo contar con satisfacción que yo fui uno de los pocos afortunados que los vio en su primera visita a mi ciudad.

Salas vs Festivales Por

Víctor

Víctor es el actual bajista de Habeas Corpus, y anteriormente compartió también sudor, lágrimas y chicles de LSD, como él mismo dice, con bandas como La Cosa Del Pantano, MOB HC, Zinc, Likidillo Antifascista y unos cuantos proyectos más.

Hablar de conciertos es hablar de algo muy importante para mi, ya que mi vida gira en torno a dos pilares: la gente que quiero y la música (y los conciertos, lógicamente, dentro de este pilar).

Siguiendo con este binomio, si sumamos CONCIERTO Y GENTE QUE QUIERES el resultado puede ser la hostia. Imaginaos: lo que más te gusta con quién más te gusta estar… ya sea en el escenario, ya sea participando de público, ya sea montando un concierto. Es donde mi felicidad llega a límites mágicos, insospechados, pero el ambiente lo sabe, lo sabemos. La complicidad abre las puertas a ese momento que tanto ansías y acabas de encontrar.

Como veis es muy difícil separar al “músico” del “mero espectador” en mi caso, ya que si me gusta la banda, y estoy bien rodeado tengo el viento a mi favor… pero intentaré separarlo y veremos a que conclusión llegamos, sobre todo llevado al recinto donde se desarrolla tal actividad.

GRANDES FESTIVALES : Grandes recintos, mucha gente, muchos grupos, acampado con los colegas, entradas discutiblemente baratas…la verdad es que te lo puedes pasar de la hostia, sobre todo los primeros festis de tu vida. Joder, que la música en directo mola, a defenderla a capa y espada, pero si nos ponemos un poco quisquillosos y hablamos desde un punto de vista personal, como público a mi no me gusta. Nada. No me gusta el rock de estadios, ni mayoría de los grupos que me gustan creo que están pensados para este tipo de recintos. Me gusta que me meta la hostia en la cara y estar bien cerca…ver los gestos y sentir sus corazones. No ver el grupo a lo lejos por una pantalla….MAL. Además que los grupos, debido a las prisas, suelen tocar poco y sonar regular. Pero bueno, si la fiesta es buena y estás bien acompañao……

Otra cosa es hablar grupos que son tan grandes que tienen que tocar en grandes recintos. No en festivales. Esto es diferente. Y el espectáculo viene preparado como tal: suelen tocar solos con sus pruebas de sonido, de luces, de proyecciones. Va todo a la perfección y es un gran espectáculo audiovisual. Asistir a The wall de Roger Waters puede ser triposo. Brutal. O los ACDC, Tool….Ahora: Daría un brazo por verlos en una sala de 300 personas, sin trampa ni cartón, directo.

Como músico poco más que decir de los festis. Todo va deprisa y corriendo, chequeas líneas y tocas menos de una hora. Tienes a la gente lejos, pero hay momentos muy buenos e impresionantes que te lo suele dar el público (impresiona ver a tanta gente abajo…). Te juntas con los grupos amigos y te bebes sus cervezas. Te echan de los camerinos. Ves a muchos amigos pero poco tiempo….Todo va muy rápido.

Como veis, los festivales son más impersonales, pero tengo grandes recuerdos de ellos como el Baitu rock, Hatortxu rock, ya que tanto el entorno como la organización fue de 10, o el Derrame Rock…

SALAS : Aquí está el tema. Vas al concierto de un par de grupos, no a un festi de muchos, la relación es más estrecha, más íntima. Somos menos pero lo tenemos claro, no estamos aquí de rebote: las cartas encima de la mesa. Pocas trampas. Compromiso, Sentimiento y Acción. Como músico haces malabares para meter tu equipo, terminas la prueba de sonido, los monitores que suenan poco, montas el puesto del merchand y abres puertas. Mucho más trabajo para mucha menos gente…pero merece la pena. Repertorio largo, calor, mucho calor, escenario pequeño, suena brutal, caras conocidas, bises….Recoges y disfrutas de la compañía, charlas con los asistentes y amigos que han asistido ya sea en el Merchand o fuera…Somos un todo y estamos juntos en esto.

Llegar a un concierto (repito, como músico o espectador) y que te hagan sentir como en casa es impagable. Lugares como el Ateneu Popular de Vallcarca (RIP), Estraperlo (Badalona), A.v.v. Arrebato (Zaragoza), sala Palo Palo (Marinaleda), Gazte de Vitoria, Lobato Etxea (Lezo), Stroika (Manresa), son lugares mágicos. Me hacen creer en esto con más fuerza si cabe.

Para terminar quisiera citar a un buen amigo y compañero que una vez me dijo que “la gente es la hace que los conciertos sean buenos o malos”, refiriéndose al público. Pues amigo, permite que le añada que si sumamos que lo haces con gente que quieres y en un sitio donde te sientes a gusto, el resultado puede ser la hostia.


Salas vs Festivales Por

Ziku

Ziku (David Zekuinao), nacido en octubre de 1970 fundador, guitarra y voz de Envidia Kotxina. Compositor musical, letrista y arreglista. Dibujante de comics, editó sus primeros trabajos en la revista Akelarre Subversivo junto a dibujantes como Azagra y J. Calbellido. Actualmente está preparando un trabajo en solitario paralelo a Envidia Kotxina y escribiendo un libro de poesía.

La principal diferencia de los directos entre salas y festivales es el público, ya que aunque en un festival puedes encontrarte con miles de personas frente al escenario, este siempre es un público compartido igual de importante que el que se tiene en una sala con unos aforos siempre limitados, salvo que en este tipo de actuaciones vienen a verte expresamente a ti.

La amplitud y libertad de movimiento que te puede ofrecer un escenario en un festival no lo encuentras en una sala, puede ser más cómodo de cara al músico este tipo de actuación, ya que te puedes desenvolver mejor y no tener encontronazos cuerpo a cuerpo con el resto de compañeros y objetos cercanos, aunque a algunos les de igual el espacio que tengan pues siempre encuentran algo con lo que tropezarse.

La unión público-músico es más cercana en las salas pues el contacto es prácticamente físico y tanto ellos se convierten en los músicos como los músicos en espectadores, es un trato más familiar, sin separaciones ni seguratas con una libreta de normas que cumplir, el sudor de todos los que estamos ahi dentro es el mismo y así todos compartimos una gran bañera, pegajoso pero gratificante. En un festival muchas veces te resulta imposible incluso dar una púa prometida tras la actuación pues has de volatilizarte del escenario para dar paso al siguiente grupo y tras bajar, la gran mayoría de las veces por unas razones u otras, no puedes acercarte a las vallas para estrechar la mano a un conocido o dar esa púa, ya que como comento todo va en función del reloj y has de recoger, tienes alguna entrevista o simplemente hay cola en el w.c. compartido tras el backstage y cuando levantas la mirada la Furgolover ya está arrancando y dejándote olvidado entre dos arbustos con los pantalones por los tobillos (y sí... estas cosas pasan).

De cualquier modo ya sea festival o sea sala, es un gran gusto el poder subir a un escenario y poder tocar viendo como se entrega la gente y disfruta con lo que haces. Es una sensación que apenas se puede definir.

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