Julio y Benicàssim son siempre sinónimo de festival con la entrada en escena del FIB, una de las reuniones musicales con mejor trayectoria y éxito en el panorama español. Pero este año nos encontramos como novedad que tan sólo una semana después de la celebración del festival de música independiente tendría lugar en el mismo recinto el Costa de Fuego, que muchos empezaron a denominar como la versión “metalera” del FIB. Si bien el anuncio de los cabezas de cartel nos hacía presagiar un festival de clara vocación internacional, conforme fueron anunciando grupos descubrimos que la relación de bandas estatales y extranjeras estaba bastante compensada.
Llegaba el viernes por la mañana y era momento de coger rumbo para el festival. Paradita en Sagunto para comer y llegada a Benicàssim con el tiempo suficiente de situarnos, recoger la pulsera y acampar. Un servidor llevaba unos años sin pasar por la zona, pero la verdad es que en cuanto a instalaciones no hace más que mejorar el emplazamiento. Buena organización y una zona muy bien acondicionada para poner una tienda de campaña, con toldos instalados a lo largo y ancho de todo el lugar. Así da gusto.
Los encargados de dar el pistoletazo de salida fueron los británicos We Are the Ocean, quienes apenas contaron con 30 minutos para desarrollar su concierto (y a los que apenas pudimos disfrutar la mitad del tiempo, entre unas cosas y otras). Quizá se trata de un estilo demasiado melódico para el festival que se trataba, pero ciertamente la calidad de la banda es indudable, por lo que el escaso público asistente a eso de las 6 de la tarde se mostró encantado de disfrutar temas como “The waiting room”.
Dando una vuelta por el recinto pudimos ver lo bien que se lo montaban los malagueños V3ctors sobre el autobús de Red Bull. Cañita de la buena, como la de los vascos OST en la carpa de Jack Daniel’s, los cuales nos dejaron una grata impresión a pesar de que no les pudimos hacer demasiado caso por el tema del solape de conciertos. Y es que en este festival había ocasiones en las que fácilmente se te montaban dos o tres grupos que querías ver al mismo tiempo, y claro, todo no se puede.
Pero a las 19:20 había una cita ineludible en el escenario Black Bikini con el hardcore desenfadado de Your Demise. La banda de Ed McRae llegaba a Benicàssim para descargar toda su energía y no defraudaron en absoluto. Era momento de practicar el circle pit y el wall of death con todas sus consecuencias, y los todavía pocos asistentes respondieron perfectamente a tal efecto. Buen repaso de principalmente sus dos últimos discos, “The kids we used to be” y “The Golden age”, con la canción que da título al primero como gran broche final a la actuación.
Era tiempo de tomarnos un respiro, cenar y coger fuerzas con nuestra mira puesta en el concierto que iba a dar El Páramo en la carpa. Nacidos en 2005 de los cimientos de Sou Edipo nos mostraron su repertorio instrumental dejándonos una propuesta la mar de interesante. Y casi corriendo nos íbamos para el escenario Black Bikini a ver a los más heavys del lugar disfrutar de Warcry con himnos como “Tú mismo”. De todas formas, y en una de esas coincidencias fatales para algunos, hubo gente que tuvo que decir por qué opción decantarse, ya que en el mismo momento Barón Rojo se encontraban en el escenario principal.
Coincidencia fatal que para mí llegaba a continuación, ya que me encontraba a mis queridos Uzzhuaïa y a los ingleses Paradise Lost prácticamente a la vez. Como los valencianos empezaban veinticinco minutos antes, la decisión, por lo menos en lo que al inicio del concierto se refiere, estaba clara, aunque al final cayó el concierto entero, prueba de que no lo estábamos pasando mal precisamente. Apenas unos 45 minutos de bolo, a destacar lo cortos que se nos hicieron algunos conciertos en este festival, pero muy bien aprovechados, eso sí, con un directo rompedor como siempre y un repertorio basado esta vez en sus dos últimos discos, para mí los dos mejores. Abrieron con la canción que da nombre al más reciente de ellos, “13 veces por minuto” y no faltaron otros cortes como “Destino perdición”, “Cuando ya no quede nada”, “Blanco y negro” o “Nuestra revolución”, con la que finiquitaron el show. La carpa llena y el público disfrutando de lo lindo. El único punto negativo: el calor que hacía en aquel escenario, increíble la sudada que nos pegamos.
Evidentemente, nos faltaron pies para irnos al Black Bikini a ver qué se contaban los Paradise Lost. Los británicos volvían a España tras su presencia el pasado mes de mayo en el Sonisphere de Getafe, aunque la verdad es que, no sé si por llegar tarde al concierto, no le acabé de coger el punto al mismo. Y el caso es que objetivamente no estaba ni mucho menos mal ejecutado, pero no sé, esperaba más feeling con el grupo. Aunque por supuesto, no faltaban sus incondicionales tarareando canciones como las dos que dan nombre a sus últimos largas duraciones, “Tragic idol” y “Faith divides us – Death unites us”.
Y llegaba el momento de prepararse para el supuesto plato fuerte del día, la actuación de los que el señor Axl Rose se empeña en llamar Guns n’ Roses. Decir en primer lugar que aquí uno ha sido fan de la banda desde siempre, sin duda uno de mis grupos de cabecera y que, pese a ello, me había mostrado reticente en verles en directo, porque intuía lo que me podía encontrar. No obstante, no puedo negar que minutos antes del concierto sí que tenía una especie de ilusión por ver lo que podía acontecer. Iluso de mí.
Tras cambios en el horario en los días previos y con una puntualidad exquisita para lo que cabría esperar, apareció la banda interpretando la canción que da título a su último disco en estudio, “Chinese democracy”, para seguidamente dar paso a los riffs de “Welcome to the jungle”, la mítica primera canción del “Appetite for destruction” que sin embargo sentí falta de gancho a pesar de mi predisposición a disfrutarla. El concierto avanzaba y seguía sin pillarle la gracia, Axl no está para muchos trotes y su voz en algún momento era algo así como una broma de lo que fue. La banda bastante correcta, pero no transmitía ni de lejos el feeling con el público que tan bien sabían comunicar Slash y compañía. Sé que las comparaciones con los clásicos Guns son odiosas, pero eran inevitables en momentos como el solo de “Sweet child o’ mine”, el cual empezó DJ Ashba cogiendo el relevo a mitad Bumblefoot, con la frialdad que esto supone.
Sin embargo, alguna cosa positiva se sacó también del concierto, como algunos pequeños momentos de inspiración de Axl a la voz, como en “Civil war”. Pero por lo general, y a pesar de la calidad de los músicos, la pirotecnia y demás, se trató de un show descafeinado, que además se alargó innecesariamente con innumerables solos y momentos pre-canciones que no nos provocaban otra cosa que bostezos. En cuanto al repertorio, amplio repaso a su discografía con especial atención al “Appetite…” en unas tres horas de actuación que fueron concluidas con la excelente “Paradise city”.
No sé si una retirada a tiempo es una victoria o si lo que le hace falta al señor Rose es enfocar el tema desde un prisma más adecuado a encontrar un mejor resultado en el directo, aunque la verdad es que tampoco creo que tenga demasiadas ganas de esforzarse en ello. En fin, una pena. Y para colmo de males, uno al escribir estas líneas lo hace enterado de que Izzy Stradlin se tocó poco menos de medio repertorio en los conciertos del sábado y domingo en París y Mallorca. Ya podía haberse acercado por Benicàssim también…
Dada la duración del concierto, no se pudo comprobar qué tal se lo montaban grupos como Lacuna Coil, The Computers o Vita Imana, y apenas hubo tiempo para ver a los ingleses Bury Tomorrow finiquitar su actuación a base de buen metalcore melódico. Una vez finalizado el concierto, el cansancio era importante a esas alturas, por lo que consideramos que era hora de dormir y coger fuerzas para la jornada del sábado.
- Jorge a.C