EDITORIAL: ¿Es sólo Rock and Roll?

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M.A.R.S. es el vocalista de Habeas Corpus, desde que se formara la banda allá en el año 1993. Es también vocalista de Vindicatio, grupo que montó junto con Mr. Chifly (Habeas Corpus) en el año 2009.
Cuenta con numerosas colaboraciones en grabaciones de otros grupos, como por ejemplo Cripta, Mariachi Guerrilla, Harlax, Boikot, Censurados o EU Libre.
(foto La Continua Odisea).

 

Hace años Joan Jett decía amar el rock and roll por encima de todas las cosas. Los Rainbow del aun recientemente fallecido Ronnie J. Dio hacían de un deseo toda una declaración de principios con aquel “long live rock and roll” tantas veces repetido. “Es sólo rock and roll pero me gusta” proclaman todavía hoy los multimillonarios (en ventas, en compras y en años) Rolling Stones siendo uno de sus temas más emblemáticos, aun a sabiendas de que no es solo el rock and roll lo que les gusta. Todos estos y muchos más que ahora son himnos, forjaron en su día una especie de grito colectivo que ha ido perdurando y cuyo testigo ha sido profusamente recogido y exhibido a lo largo del tiempo y a través de ya varias generaciones.

Si nos remontamos en el tiempo indudablemente el rock and roll en su origen fue un elemento formalmente transgresor y hasta rupturista con respecto a la suma de convencionalismos existentes en el lugar y en el momento de su aparición. Seguramente sus cánones musicales pero también estéticos supusiesen una quiebra del buen sentido y hasta un atentado

contra la moral y la normal conducta de unos jóvenes que merced al mismo se veían catapultados a engrosar las filas del maligno, según algunos. La educación perniciosa y el aculturamiento propio de una sociedad como la estadounidense dio para crear y alimentar mitos y leyendas que de no ser tan grotescas hubiesen podido ser de una desternillante comicidad. A grandes rasgos intuyo que ese pudo ser el resultado y la consecuencia de la irrupción y puesta en escena en escena del fenómeno del rock and roll.

Pero rápidamente y paralelo a su ascenso vendría la absorción de todos estos postulados aparentemente irreverentes. Y lo haría en virtud de una necesidad inherente para aquella sociedad que cultiva con idéntica falta de escrúpulos la imaginación y los negocios. Alguien debió entender que explotar con el fin de rentabilizar el escándalo podía ser una fantástica idea capaz de reportar no menos fantásticos beneficios.

Y fue en torno a lo que inicialmente no pasaba de ser considerado una especie de orgía de mal gusto que se levantó un floreciente y próspero negocio. El rock and roll dejaba de ser una expresión mínimamente novedosa y libertadora para convertirse en algo más mundano, más aséptico y sobre todo más inofensivo. Así nació el llamado “timo del rock and roll” y así es como fue multiplicando sus redes y tentáculos hasta acceder con el tiempo a categoría mundial (si por mundial se entiende el conjunto de países occidentales y aspirantes a formar parte de ese encuadre desarrollista). Un timo que es consustancial a la gran industria que desde entonces se ha dedicado a su explotación.

El rock and roll desde entonces, en cualquiera de sus manifestaciones ha ido creciendo, y contribuyendo con ello en la mayoría de los casos a la extensión y consolidación de su propio engaño. Mostrándose ajeno a aquellos postulados iniciales y más o menos próximo al favor de la industria, en cuyo seno ha pretendido encontrar oxígeno y acomodo.com

Una poderosísima industria absolutamente celosa de si misma y sabedora de que solo la salvaguarda de sus intereses puede contribuir a perpetuar su propia existencia. Es por ello que como cualquier otra, siempre, en todo lugar y en todo momento ha peleado por recuperar primero, y potenciar después aquellos rasgos identitarios que considera indispensable de cara a salvar la imagen de su objeto de venta. Uno de esos rasgos es el de la rebeldía, en algunos casos teñido hasta de un cierto radicalismo. De este modo se ha contribuido a crear la falsa imagen de que el rock per se es ante todo un fenómeno antagonista. Y todo con la intención de dotar a su producto (puesto que ésta es la asignación que le confiere) de una categoría lo suficientemente atractiva para los jóvenes fundamentalmente, que buscan en su seno un rasgo identitario común por otra parte fácilmente reclamable y lo suficientemente atractivo.

Para ello se ha creado toda una vasta mitología encaminada a engrandecer y magnificar hechos y personajes cuyo si no máximo si fundamental mérito ha consistido en dar decididos pasos hacia su propia destrucción y autoinmolación. A la mayoría de todos estos se les ha querido llamar “estrellas del rock”, unas patrias y otras extrañas, pero todas en mayor o menor medida dotadas de veleidades parecidas. Y se les ha invocado e idolatrado como ideales y espejos en los que aspirar a verse uno reflejado. En ocasiones se les ha representado casi como libertadores y abanderados de aquellas que son las verdaderas causas de una juventud descontextualizada más rebelde por naturaleza que por principios y que por convicción, pero rebelde al fin y al cabo. Contribuyendo al habitual confusionismo que acontece entre los real y lo formal.

De ahí su empeño en amplificar los que considero deméritos de todos ellos, haciéndolos pasar sin embargo como el súmmum de la transgresión, apelando a su imagen según los designios de la moda en curso y convirtiendo toda rumorología en torno a los mismos en leyenda. Rebeldes con o sin causa, daba igual… genios inmersos en un permanente idilio con todo tipo de excesos y sustancias más o menos letales, personalidades incapaces de encontrar acomodo dentro de los estrechos márgenes de una sociedad que al mismo tiempo que les da les quita, que no les comprende y que acaba por convertirse en su mortaja... toda una vasta fauna de ídolos que habría que descubrir y saber hasta qué punto llegaron a convertirse en inadaptados por voluntad propia o ajena.

Considerar a la mayoría de tales esperpentos y paladines de la nocividad como iconos de nuestro tiempo resulta calamitoso. Aun siendo cierta por indiscutible, su valía creativa, eso no debiera nunca otorgarles el don de ofertarse como ejemplos y guías, ni siquiera involuntarios. Asentir a tal propósito de falso engrandecimiento nos lleva en todo caso a convertirnos en comparsa de un aplauso que nunca debiéramos haber estado dispuestos a conceder.

De ahí la necesidad de combatir su impronta, de cuestionar cuando no negar su experiencia de cara a quienes puedan encontrar algún atractivo en el deplorable ejemplo brindado por la mayoría de ellos. Que duda cabe que su capacidad de influencia es mucha, y que en ocasiones no son pocos los jóvenes que deseosos de manifestar todas sus más inmediatas inquietudes abrazan y toman a algunos de aquellos como incuestionable referente, cuasi como si de un atractivo gurú se tratase. Algunas veces en virtud a un alto grado de desconocimiento por las consecuencias que puede derivarse de la asunción de tales o cuales prácticas y otras inconscientemente, empujados por el innegable atractivo que proporciona la fama, por la pompa y el boato de los que se acompaña.

Los más jóvenes son las primeras y más vulnerables víctimas de todo este espectáculo y nunca mejor dicho. Que duda cabe que lo prohibido les resulta atractivo sólo por hecho de serlo y que el binomio representado por los términos prohibición y juventud es harto difícil de desactivar. Que duda cabe también que la mayoría de sus decisiones vienen mucho más condicionadas por el gesto que por la razón, de ahí el riesgo. De ahí la necesidad de ofrecer alternativas para poder tomar nuevos o en todo caso mejores y más positivos referentes en torno a este mundo que no sé si es pero si sé que debiera ser algo más que simple rock and roll sin por ello tener que dejar de gustarnos igualmente.

A modo de conclusión: hay que ser muy ingenuo o muy estúpido, o una mezcla de ambas cosas para reconocer siquiera un poso de rebeldía real, que no formal, insisto, en torno a algo estructurado como un negocio. Y éste que no olvidemos nunca que lo es no escapa a dicha apreciación. Aun así y a sabiendas de lo inevitable del hecho, reclamemos de éste aquellos aspectos fundamentales que de alguna manera contribuyan a nuestro mejor crecimiento y desarrollo en todos los ámbitos posibles. Desterrando aquellos que en nada contribuyen a tal efecto, y que más allá de su imagen lúdica y estética se revelan huecos contribuyendo por ello a generar confusión y vacío. Nos lo debemos.


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