EDITORIAL: Son un montón de recuerdos

Felix el Duende
Felix el Duende,

Félix “el Duende” es presentador  desde el año 2008, de El Duende del parque y El Duende en la keli, programas de radio ambos con el objetivo  de apoyar al Rock Estatal. A estos dos programas sumó un tercero en 2010, La Ruta del Duende, en el que suenan clásicos del Rock y del Blues. Además, es colaborador de la revista Heavy-Rock y de su web (www.mariskalrock.com) y DJ habitual en la Sala madrileña Ya’sta, en la sesión denominada Viva Las Vegas Club.

Llamadme raro, pero ahora que todo es tan fácil gracias a “mulas” y “emepetreses” yo no puedo evitar añorar un tiempo en el que la música no estaba tan al alcance de nuestras manos (y oídos). Y que quede claro que estoy más que encantado con el invento de internet, gracias al cual pueden llegar mis programas de radio a casi cualquier rincón del planeta. ¿Cómo? ¿Radio en el ordenador? Ya lo avisaron Dylan y después Loquillo, “los tiempos están cambiando”... ¡y a qué velocidad! Pero será mejor que me centre en el asunto o reflexión que me apetecía compartir con vosotros.

Hace una década me hice con mi primera grabadora de “cedés” (llamada “tostadora” por algunos, pero para mí la tostadora es el cacharro maravilloso que tengo en la cocina y, la verdad, no quisiera liarme y confundir términos). El caso es que mi primera toma de contacto con tal adquisición fue frustrante, desastrosa y, sobre todo, fría, nada emotiva. Tardé horas en copiar (venga, si queréis digo “tostar”) un compacto, no sin antes tirar a la basura otros cuántos que quedaron inservibles. Retrocedo a continuación diez años más hasta llegar al momento en el que mi padre trajo a casa una doble pletina para grabar cassettes (conocidas de manera cariñosa como “cintas”). Entonces sí que me sentí feliz, emocionado y, más que nada, autosuficiente. Os hablo de unos días que parecen lejanos y no lo son tanto, días en los que el compact-disc estaba como quien dice naciendo y la mayoría de los mortales escuchábamos vinilos y, sobre todo, cintas/cassettes. Primero pudimos pasarnos los vinilos a cinta y así escuchar las canciones que tanto nos molaban en el buga y en los parques (gracias al radio-cassette) y, después, hacer lo mismo sólo con cintas (por medio del radio-cassette de doble pletina, como el que tuve yo). Cuando ocurrió esto último, fuimos muchos los que comenzamos de verdad a amar la música y a construir la banda sonora de nuestra vida. Y os diréis, “vaya cursilada que acaba de soltar este menda”. Tenéis razón pero yo continúo y así me explico. Aunque hubiese llegado el “pirateo” se necesitaba dinero para comprar las cintas. Es decir, el soporte físico era imprescindible. Por lo tanto, ¿cuántos discos podíamos conseguir en unos meses? Cuatro o cinco, en el mejor de los casos. Y como no teníamos nada más que escuchar, acabábamos aprendiéndonos de memoria estribillos, solos de guitarra y hasta pausas entre tema y tema. Cogíamos tal cariño a aquellas cassettes que les diseñábamos portadas a base de bolígrafo y rotulador. Y cuando el grupo que sonaba en ellas venía a tocar a nuestra ciudad, vivíamos aquello como el evento del siglo, como algo que recordaríamos toda la vida. Bueno, confío en que vosotros también experimentéis esa sensación en los conciertos.

Regreso al presente. Y seguiré hablando de mí, si no os importa. Tengo miles de discos (“cedeses” y “emepetreses”), una gran cantidad de ellos de Rock Estatal. ¡Anda que no tenemos grupazos! ¡Y qué puñado de buenas canciones! Sí, hombre, por ejemplo la que dice... esperad, la tengo en la punta de la lengua... bueno, mejor la otra, que la escuché ayer, titulada... ¿cómo se titulaba?... Joder, os canto cualquier clásico de Barricada o Rosendo, pero una actual... ¡buf! Colegas, sé muy bien lo que me ocurre. Me faltan horas para aprenderme como antaño estribillos, solos de guitarra y... ¡vaya, con el reproductor de mi pc ya no hay pausas entre tema y tema! Yo sigo con mi vieja costumbre de escuchar un disco completo un montón de veces y, claro, me pierdo el disfrutar de otros. Intento pensar que no estoy anticuado, que simplemente provengo de otra escuela, y que las nuevas generaciones estáis construyendo vuestra propia banda sonora. Y es que, os lo digo en serio, no hay nada como echar la vista atrás y que te venga a la cabeza una buena canción acompañando a un montón de recuerdos.

Ojalá eso no se pierda nunca.

Lo que nuestros lectores opinan