Los gallegos The Silence despliegan en este su primer álbum que responde al título de "Origen" todo su arsenal creativo configurando un muy buen disco de rock y metal melódico. Un trabajo compuesto por diez canciones sólidas en su conjunto y en las que se conjugan a la perfección una habitual robustez instrumental, la cual se percibe en una base rítmica impecable y unas guitarras perfectamente versátiles y equilibradas, con una voz, la de su cantante Sheila Calvar que logra implementarse con absoluta precisión en el conjunto de la banda, contribuyendo así a crear una buena cantidad de canciones solventes en todos los sentidos. Dispuestas a gratamente ser consumidas, siempre en el mejor sentido de la palabra.

Con una magnífica producción y una presentación que en absoluto desmerece sino más bien todo lo contrario, The Silence disponen gracias a este primer lanzamiento discográfico, compuesto íntegramente por temas propios, de una magnífica carta de presentación de cara a ese público deseoso de descubrir bandas que merecen encontrar un lugar dentro del panorama nacional rockero, anclado la mayoría de las veces en una nomenclatura ya casi inexistente o al menos si carente de emoción.

The Silence son capaces de crear canciones directas y concisas y todo en beneficio de esa potencial audiencia. Es el caso de "Cárcel de dolor" magníficamente interpretada a dos voces y en la que se logra una perfecta armonía entre fuerza y melodía. Un equilibrio que se hace visible durante todo el recorrido del álbum. Baste un nuevo ejemplo en ese mismo sentido, como es el caso de "Atrapasueños" donde un potente estribillo convive con una magnífica labor instrumental salpicada de detalles guitarreros. "El silencio" es otro tema que le va a la zaga, con una orientación muy parecida y en torno la que convendría subrayar el excelente solo de guitarra que la adorna y hace de ella una canción a buen seguro imprescindible dentro del repertorio habitual de estos gallegos. El trabajo instrumental es asombroso y las guitarras de Rubén y David "Chimpi" demuestran calidad, calidez y destreza a partes iguales y en todo momento.

"Mi refugio" transcurre como una sucesión de ambientes en las que se termina por extraer la sensación de estar ante una de las mejores canciones del disco. En esa misma línea se presenta "Sin mirar atrás", oscilante y precisa o "Destino" que cierra el disco con más fuerza aun de la con la que se abre. "Muros de soledad" y la especialmente emotiva "Quema mi piel" con el solo acompañamiento de un piano a la voz, son dos preciosas baladas que sitúan a la banda en un terreno más claramente intimista, el cual y a tenor del resultado parecen dominar con absoluta solvencia. Y así hasta diez, que como decíamos son las canciones que completan este a buen seguro prometedor principio de carrera para The Silence.

Ellos junto a algunos otros pertenecen ya desde hace algunos años a esa nueva generación que poco a poco, y muy lentamente si se quiere y hasta aún sin pretenderlo hacen incontables méritos por revitalizar una escena que crece y crece pese a no contar con el favor del gran público. Quizá eso añada aún más honestidad a su proyecto personal y ese propósito colectivo que pasa por engrandecer dicha escena. Dos oídos generosos y un aplauso merecido para The Silence.