La gira que está llevando a cabo el mítico líder de los Hanoi Rocks, Michael Monroe, a modo de presentación de su gran último trabajo en solitario, Sensory overdrive, tenía parada este viernes en la sala Durango de Meliana. Muchas ganas teníamos de presenciar el directo de “la diva” finlandesa, y la verdad es que el concierto no hizo sino satisfacernos por encima si cabe de nuestras expectativas iniciales.
Los encargados de dar el pistoletazo de salida a una gran noche de rock fueron los canadienses White Cowbell Oklahoma. Con una diversa mezcla de estilos, pero sin perder nunca el toque sureño, los de Ontario nos correspondieron con un buen repaso a su discografía, a destacar el gran “Cencerro blanco”, con cortes como Put the south in your mouth, coreada por los presentes. Destacar también la parafernalia del grupo en cuanto a vestimenta y actitud sobre el escenario, así como su disposición sobre el mismo, totalmente horizontal, batería incluido. A modo de cowboys, no tuvieron reparos incluso en sacar una radial con la que realizaron efectos luminosos.
Tras un largo paréntesis entre ambos grupos, amenizado con buena música y un gran ambiente en la sala, prácticamente llena y con alguno de los presentes ataviados para la ocasión con una caracterización muy ochentera, salió a escena la banda, compuesta por Sami Yaffa al bajo, Ginger y Steve Conte a las guitarras, y Karl “Rockfist” a la batería.
Seguidamente, saxofón en mano y bajo los primeros acordes de Trick of the wrist, el primero de los cortes del Sensory overdrive, aparecía sobre el tablado de la Durango el célebre cantante con una energía inusitada. En un inicio de concierto centrado en el nuevo disco, pudimos disfrutar de Got blood? y Modern day miracle.
Con un repertorio que recorría toda su trayectoria, no tardamos en escuchar Motorvatin’, notorio corte de los Hanoi Rocks, con espacio también para otros de sus antiguos proyectos, como Demolition 23, con canciones como Hammersmith Palais o la grandísima Nothin’s alright. El público aparecía entregado, sobre todo en primeras filas, ya que aparte Monroe supo metérselo desde el principio en el bolsillo, con consignas como “Amunt Valencia” o “Salut y força al canut”. Cuanto menos curioso, y también de agradecer, por qué no decirlo.
El sonido de la banda era contundente, pero ésta quedaba eclipsada con el buen hacer del vocalista, sin duda uno de los mejores frontmans del hard-rock y que incomprensiblemente nunca ha obtenido el reconocimiento internacional con el que sí han contado alguno de sus sucedáneos, incluso en determinados casos discípulos, como en su día fueron los célebres Guns n’ Roses. Continuamente de lado a lado del escenario, subiéndose encima de la barra, gesticulando mucho... Impresionante, sin duda, lo que dio de sí el finés a lo largo de la actuación.
Hubo lugar para algún que otro cover de The Damned, como Love song y Machine gun etiquette, habituales en el set-list, y para más presencia de los clásicos de Hanoi Rocks, como Back to mystery city. Por supuesto, también para mostrarnos su quizá más reconocido disco en solitario, Not fakin’ it, con la canción homónima y el gran himno Dead, jail or rock n’ roll, con el que se retiró el grupo del escenario.
Regresaron en el preceptivo bis bajo el ritmo de I wanna be loved; más tarde, con lo que parecía poner el punto final al show, tiempo para Life gets you dirty, con grupo y público dando el 100%. Pensábamos que llegaba el momento de irnos, pero no, todavía había tiempo para más, y es que la banda, sin Rockfist, volvió a hacer irrupción en escena, y con Monroe a la batería y Ginger a la voz, dio cuenta del célebre Blitzkrieg bop de los Ramones, con unos asistentes entusiasmados al mítico ritmo del Hey ho! Let’s go!.
Gran banda y sublime frontman. En definitiva, todo un espectáculo al que recomendamos encarecidamente la asistencia a la mínima que se tenga la oportunidad.
- A. Esteve