La del viernes 11 de mayo era, además de una tarde de estreno, una cita ineludible para todo amante de la música madrileña con solera, calidad y sabor añejo. Había ganas -muchas- de escuchar en directo ese estupendo Soltando lastre de los Desastre, pero existía también la necesidad de celebrar la puesta de largo como banda de los de Usera.
Quedaba pendiente, si ellos me lo permiten, un brindis por toda una carrera, la que arranca a finales de los 80 y alcanza con éste, su sexto disco de estudio, y ya con una formación consolidada, un empaque digno de mención y consistencia. A día de hoy, Desastre son quizá, junto con grupos como Leño, Canallas, Caskärrabias o Los Reconoces, la banda sonora por excelencia de la inmensa urbe del Rastro y los rascacielos, de los barrios con personalidad propia y un triste río de segunda categoría.
Como decía, para el estreno cambiamos la Gran Vía por la Caracol, el traje de gala por las camisetas -negras o de colores, poco importa- y las palomitas por los litros de cerveza antes, durante o después del bolo.
El trío catalán Chatarra ejercieron de excelentes acomodadores para un público que entraba a la sala a ritmo constante y, para mi sorpresa, alcanzando una entrada que al final de su concierto superaba las tres cuartas partes del aforo completo. Con una presencia en el escenario más que solvente y un sonido que inevitablemente traía a la mente a los míticos Leño, ofrecieron un recital en el que repasaron su discografía, con un Mímame, de su trabajo Por la Patilla, dedicado a los enamorados y una versión del Ellos dicen mierda nosotros amén de la Polla incluidas. Muchos grupos deberían aprender a abrir así; para quitarse el sombrero.
Casi a la hora programada y tras una intro, saltaban a escena Desastre, defendiendo Miradas empañadas con garra, actitud y una fuerza envidiables. Estoy seguro de que Elena, sea quién sea, una sola o todas las Elenas del mundo, se llamen como se llamen, juntaron su voz a la de Alfonso con rabia y orgullo. Y para entonces, sólo con el primer tema, sería faltar a la verdad no resaltar la armonía y unión entre el grupo y su público. Ahí es nada; lo que restaba, es decir, el grueso del concierto, fue una auténtica fiesta, sembrada de pogos, ganas de disfrutar y la colaboración constante del respetable a las voces.
Si Mal trago arrancaba el primer baile masivo, Alfonso con su alusión a las manifestaciones en conmemoración del 15-M en Tambores de guerra, abrió un diálogo cómplice que culminó en un encendido "Lo llaman democracia y no lo es" antes de que la Caracol soltara lastre. El repaso al nuevo trabajo quedó al completo salvo por un tema y en el setlist, que ellos mismos colgarían horas después en una red social, dieron un buen repaso a sus tres discos anteriores: Callejón Desastre, 3 1/2 (Tres y medio) y Dando que hablar.
Los cuatro desastres: Use, Archi, Ciri y Alfonso, vista la acogida, el calor y las vibraciones de la sala, disfrutaron como enanos y dieron lo mejor de sí. Uno se pregunta, a varios días vista, qué sensaciones se llevaron los cuatro protagonistas. Nosotros, desde el piso, con nuestro aplauso y cariño les dijimos que mejor no se podía hacer; ellos, creo que al ver el ambiente y la sala rozando el lleno, a pesar de coincidir en la ciudad con un concierto multitudinario donde los haya (Marea), así lo debieron entender.
Momentos mágicos hubo muchos, la incorporación de una sección de vientos al tema Carta a Clara, De pena y su desgarrador broche final a la voz, la potentísima No dudes y, como no, otro par de colaboraciones además de los vientos. Trapa (Matando Gratix y Trapa y The Turboexit), el primer invitado sorpresa, cantó la misma canción que interpreta en el disco: La reina del salón. Cómo podréis comprobar en el setlist, su intervención estaba programada para la mitad del concierto, pero un problema logístico propició que saltara a escena en los bises, justo antes del dúo Desastre - Tony Urbano (Leño) en Aprendiendo a escuchar, que arrancó uno de los aplausos más encendidos de la noche. A estas alturas, el escenario se les quedaba pequeño, tanto que Alfonso se marcó el mosing de rigor, y no uno, sino dos; ole sus huevos.
Por fin, To´sdacuerdo y Me piro, sirvieron de presentación y despedida para el cuarteto, que dejaba un estupendo sabor de boca y las ganas de que salieran al escenario de nuevo. A mi entender faltaba algún tema de sus dos primeros discos, pero qué más se les podía pedir tras casi dos horas de concierto.
No temo repetir que aquella noche soltamos lastre, y los Desastre de Usera, sin duda, despegaron al vuelo. Su dilatada trayectoria y como la defienden sobre las tablas son el combustible necesario para que el globo suba y, ojo, que los veremos muy alto; tiempo al tiempo.
- BELO