CRÓNICA: Sonrias Baixas

Sonrias Baixas Por determinar
Bueu

2 de Agosto de 2013

El fin de semana más rockero del año en Galicia (Resurrection fest, Castelorock, Rock in cambre, Pardiñas), y nosotros optamos por hacernos los 150 kilometros que separan Coruña de Bueu para ir al Sonrías Baixas, un festival organizado por la Asociación Troula na Banda, gente que curra todo el año para sacar adelante un festival que va por su duodécima edición y que va creciendo año a año, aunque este año me temo que las circunstancias del fin de semana les han supuesto un problema a la hora de echar cuentas. (A los festivales anteriormente mencionados hay que añadir la fiesta del albariño en Cambados y el desembarco vikingo de Catoira).

Pero desde luego, si algo hay que destacar del festival es el buen trato en todos los aspectos al público, acostumbrados a que nos traten como a ganado, da gusto ver en los accesos a seguratas profesionales, (no los típicos orangutanes), camareros suficientes en las barras (y no gente que no ha servido un kalimotxo en su vida), suficientes y decentes baños, nada de W.C. de obra (lo de las zonas de baños de pie para tíos ya se ha convertido en algo habitual, por suerte). De la zona de acampada Sonrias Baixasno puedo hablar porque ni la visité, pero tampoco oí a nadie decir nada malo de ella, aunque cuando lo único que oyes de ella en todo el finde es que estaba un poco limitada en espacio, es buen dato. Así que después de instalados en la pensión, y conocer un poco los bares de Bueu, especialmente el Aturuxo, garito donde habitualmente hay conciertos y con un jardín/terraza que es de visita obligada, entramos en el recinto, en el medio del pueblo (pobres vecinos, aunque sólo sean dos días seguro que a alguno no le hace ninguna gracia).

Llegamos un poco tarde y ya estaban acabando su concierto las chicas de Agoraphobia, una pena, porque además de que da gusto ver como cada vez más mujeres se apuntan a tomar parte activa en la fiesta del rokanrol, las de Boiro hacen muy buena música y demuestran tablas y ganas para ser un concierto apetecible al que ir. Después llegaba, para mí, el momento más esperado del festival, no por ser fan, sino porque era la primera vez que veía en directo a Los Enemigos, que se habían separado poco después de haberlos conocido yo y todavía no me había cuadrado verlos desde su vuelta. Con un Josele casi irreconocible de lo cambiado que está al frente, los madrileños fueron desgranando uno tras otro los temas que los hicieron famosos hace ya bastantes años con gran maestría, actitud, y sobre todo casi sin pausa, ofreciendo en conjunto un muy buen concierto que provocó una buena respuesta del público presente en el recinto mientras la noche se nos iba echando encima. Desde mi puntode vista, viva la reVuelta Enemiga, ahora esperemos que se animen a sacar un disco nuevo.

Sonrias BaixasUna pausa para cambiar el escenario, cosa que cada día agradezco más frente a los festivales donde no tienes tiempo ni para respirar entre conciertos, y llegaba el turno de Rulo y la Contrabanda, que sinceramente, no sé qué pintaban allí más que vender un puñado de entradas a grupies. Y no lo digo porque a mí me den bastante asquete, que cada uno tiene su gusto, más bien porque su rock para quinceañeras no pegaba en absoluto con ningún otro de los grupos del festival. Y si a eso le añadimos que Rulo parece más preocupado en cómo le queda la melena que de la guitarra que tiene entre manos, tenemos una hora y media de aburrimiento, dinero que se podría haber gastado en algún grupo más apropiado, aunque hay que reconocer que las barras funcionaron mejor durante ese concierto que en otros, los precios invitaban a quedarse por allí esperando el siguiente grupo en vez de irse a los bares de Bueu.

Pero para animar la fiesta llegaron Talco, que arrancaron al ritmo de la Marcha Imperial de Star Wars. Los italianos, con su ska festivo y combativo despertaron las ganas de bailar de la gente, y a pesar de que tuvieron bastantes problemas con el sonido y de que se notaba que no éramos demasiados los que ya conocíamos el grupo de antemano, consiguieron mover al público mientras presentaban las canciones de su último disco, "Gran Gala", combinadas con sus (para mí) mejores canciones, "La Casa del’impunittá", "La tarantella del último banditto" o "La Carovana", sin olvidarse, por supuesto, de las canciones dedicadas a Berlusconi o Maradona o la mítica "Bella Ciao". Un gran concierto de un grupo, que fiel a su fama de ‘los nuevos Banda Bassotti’ (aunque son bastante más skatalítikos que ellos), se está pasando todos los años por España, muy recomendable andar atentos a las fechas para verlos.

Y, con casi una hora de retraso, la pega principal de tener que cambiar el escenario entre concierto y concierto, llegaban los “de casa”: Dakidarría, del vecino Val Miñor, con su gira aniversario “10 Anos na rúa” (Diez años en la calle). Con un bajista suplente por lesión, los gallegos empezaban su concierto con los mismos problemas de sonido que Talco, pero a partir de la tercera canción fue mejorando, sobre todo la batería, que a principio parecía un bidón. Pero dejando eso a un lado, Dakidarría, con su ska-punk muy rebelde y con la gente totalmente entregada coreando todos los temas, demostraron porque son uno de los grupos de Galicia con más proyección fuera de ella, pese a cantar la mayor parte de los temas en gallego. No sólo por su música, la cual ejecutan perfectamente, sino por el show que montan sobre el escenario, con mención especial para el trío de vientos, que en algunos momentos están más preocupados de brincar y conectar con el público que de los instrumentos. Quizá sea cosa mía por la tardía hora (y la acumulación de licor café), pero eché de menos algún tema más de los primeros discos, pues se dedicaron especialmente a los dos últimos, "Realidades Alienantes…" y "…Utopías Emergentes". Pero desde luego, la Sonrias Baixasgente no paró de bailar en todo el bolo, y con su popurrí que anunciaba que la cosa se acababa algunos estábamos ya sin piernas. Poco después algunos nos íbamos buscando una superficie horizontal mientras otros buscaban donde seguir la fiesta y Dakidarría se subían a la furgoneta porque al día siguiente tenían un doblete de conciertos en Cataluña, y es que el rokanrol nunca para…

El sábado había ganas de ver un poco más del precioso Bueu, así que nos levantamos a una hora prudente y nos fuimos a tomar unas cañas por sus bares antes de llenar los estómagos. Muy curioso ver el contraste de gente a esas horas, sobre todo por la zona de la playa, gente que todavía seguía de gaupasa, familias enteras camino de la arena y otros que andábamos con las legañas todavía pegadas. Y caña a caña, llegamos a una de las experiencias festivaleras más peculiar que he visto en un festi… músicos cocinando platos exquisitos que se podían comprar por 1’50€ mientras un DJ nos “amenizaba” la comida (¿por qué siempre ponen DJs con techno en festis de rock?). Mención especial para Juankar de Boikot y Alex de Konflikto, que además de cocinar, hicieron el payaso todo lo que quisieron, provocando las carcajadas de los que por allí andábamos esperando el momento de hincar el diente. Un rato para seguir conociendo bares de Bueu, y vuelta al recinto, que empieza la música.

Igual que el día anterior, llegamos tarde y nos perdimos a Vortex, por lo que escuché de lejos, metal melódico con bastante caña, pero no puedo decir mucho más. Durante el cambio de escenario, extrañamente había muy poca gente, apenas cien o doscientos, esperando por Boikot, pero parece que la gente se tenía bien aprendido el tiempo entre conciertos, pues cuando empezaban a sonar las sirenas que anuncian a los madrileños, el recinto se pobló con unas 3000 personas (quizá más, no me puse a contarlos :O) ) ansiosas del punk-rock de una de las bandas más activas del territorio nacional. Aunque siempre haya quién dice que “repiten más que el ajo”, Boikot demostraron una vez más porque son uno de los grupos que mejor resultado aseguran en un festival, especialmente porque desde la salida de su último disco, "Lágrimas de Rabia", su set list ha variado sustancialmente. Aunque quizá sólo los más boikoteros conocíamos todos los temas, la caña de los mismos, el toque balcánico de los temas de "Amaneció" y los más míticos de su discografía hicieron que nadie dejara de bailar durante todo el concierto. Además, detallazo con Galicia al cantar el estribillo de "Enloquecer" en gallego.

Sonrias BaixasY tan pronto acabó Boikot, el logotipo sonriente de The Toy Dolls apareció sobre el escenario, pero el tiempo de cambio del backline se alargó bastante y el retraso ya se acumulaba bastante, y más de una hora tarde sobre el horario previsto, un miembro del festival nos anunciaba que Tommy acababa de salir del hospital con una pierna rota, pero tras el momento de susto, éste salía con muletas, se cargaba el bajo y daba comienzo la fiesta punk. Desde luego, su espectáculo pierde mucho al no poder despegarse del taburete, pero en lo musical no se les puede poner ni una pega, los ingleses demuestra tema tras tema que el punk no está negado con el virtuosismo instrumental, y Olga no paró de intentar compensar la falta de coreografías con Tommy moviéndose todo el rato por el escenario. Unos monstruos del escenario que parece que se han acostumbrado ya a pasarse todos los años una o dos veces por España, y que tuvieron al público totalmente entregado desde que sonaron los primeros acordes de "Nellie the Elefant".

La cantidad de horas de pie, y el fresco nocturno después de haber pasado calor todo el día hicieron mella y me impidieron quedarme a ver a Riot Propaganda, una pena, pues les tenía ganas después de haberlo pasado muy bien con ellos en primavera en la sala Capitol de Santiago, pero los festivales son pruebas de resistencia y en este la mía no la pasó, así que me fui buscando posición horizontal mientras la combinación de Habeas Corpus y Los Chikos del Maíz arrancaban el fin de fiesta del Sonrías Baixas, al que después pondrían remate Foxy Freire.

En resumen: Un festival muy recomendable, esperemos que la baja afluencia de público no les haya hecho sufrir demasiadas pérdidas y tengan la motivación suficiente para que el año que viene podamos disfrutar nuevamente de un festival orientado a la fiesta y al público asistente y no por intereses empresariales y económicos. Quizá la zona donde se ubica el festival no sea la más apropiada de cara a que los vecinos no sufran los habituales efectos de montones de festivaleros, pero desde luego, para los asistentes es una comodidad tenerlo todo tan cerca, además de que las actividades extra del festival eran abiertas para todo el mundo, permitiendo a la gente del pueblo descubrir que no todo en un festival es drogas y rokanrol y aumentando la sensación del festivalero de ser muy bien acogido. Como ya dije, esperemos poder seguir disfrutando de la experiencia SonRías Baixas el año que viene… y los siguientes. ¡Rokanrol!

  • Sonia Díaz
  • Nakasha

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