Ya están aquí de nuevo, y aunque la espera se ha hecho más larga de lo que cabía esperar, han vuelto, tan enérgicos como siempre, ellos son los Dropkick Murphys.
La formación originaria de Boston visitó la capital madrileña el pasado 9 de febrero con motivo del lanzamiento de su nuevo álbum, “Signed and Sealed in Blood”, que pasa a convertirse en su octavo trabajo de estudio.
El escenario elegido para el evento fue La Riviera, y allí fue a donde nos dirigimos, a una hora temprana para disfrutar del ambiente previo al concierto.
Sorprendentemente no fuimos los primeros, ni por asomo, y casi dos horas antes del espectáculo, la gente empezaba a amontonarse en los alrededores, algunos haciendo cola para ser los primeros en alcanzar el escenario, otros para recoger sus entradas y la inmensa mayoría para lo mismo que nosotros, y es que esos momentos previos a un concierto, en los que calentamos motores, cada uno a nuestra manera, son impagables.
Llegado el momento de entrar al recinto, nos encontramos con La M.O.D.A., o con La Maravillosa Orquesta del Alcohol, para entendernos mejor, una banda de Burgos de folk y rock, que con su música fueron abriendo boca al público, el conjunto supo aprovechar el trampolín que supone telonear a Dropkick Murphys en su gira por España, y de esta manera ofrecieron lo mejor de ellos mismos, como cabía esperar.
Posteriormente, pasados unos minutos, llegó el momento de Frank Turner, que en su primera visita a Madrid supo deleitar a sus seguidores con un impecable directo, que para los que no le conocíamos supuso una grata sorpresa, y el gérmen del gusanillo para ahondar aún más en su música.
Y ya con una sala repleta de gente, en la que la expectación era mayúscula, aparecieron los Murphys, el grupo de Boston salió a escena y la reacción por parte del público es de imaginar. El concierto comenzó con “The boys are back”, que es la encargada también de abrir su nuevo álbum, seguida de “Burn” que también pertenece a este disco.
Sin embargo, a sabiendas de que lo añejo tiene mucho más gancho, "The Gang's all here", perteneciente a su segundo álbum, vino acompañada de otras más recientes, aunque no por ello menos conocidas, como "Sunday Hardcore Matinee", perteneciente a su penúltimo trabajo.
Es reseñable la ausencia del habitual bajista de la banda, Ken Casey, que además participa como primera voz, por lo tanto Al Barr se vio en la tesitura de cargar con el peso de la interacción con el público, algo que hizo sin ningún problema por otra parte.
Fueron cayendo “State of Massachusetts”, “The Legend of Finn Mccool” y “1953”, temas que hicieron las delicias de los presentes, que llevaban mucho tiempo esperando el momento de volver a escuchar estas canciones, desde su anterior visita. Al Barr por su parte, se aproximaba a las vallas para sentirse lo más cerca posible de su público, un público que le aclamaba enloquecido y que se movía de manera frenética al ritmo de los de Boston.
Cabe destacar la canción de su nuevo disco, “Rose Tattoo”, que se ha convertido en un prematuro éxito y que ya muchos supieron corear, al mismo tiempo vino una batería de lo más potente, compuesta por “Irish Rover”, “Worker´s Song” y su ya tan celebrado “I´m shipping up to Boston”, que por suerte, más que por desgracia, se ha convertido en el sello indiscutible del grupo.
Cuando la velada ya tocaba su fin, sucedió lo que ya viene ocurriendo en sus conciertos: el ritual de subir a chicas al escenario para cantar “End of the night”, seguido de “Skinhead on the M.B.T.A.” que sirvió para permitir que algunos chicos se unieran también a los Murphys en el escenario.
El cierre de la noche corrió a cargo de “Alcohol”, que fue el colofón final a una noche repleta de emociones y de grandes momentos.
Un espectáculo que nunca defrauda y una música que incita a moverse, como poco, son sólo algunos de los alicientes que implica acudir a un concierto de Dropkick Murphys. Una banda incombustible que a veces pareciera estar pasándoselo mejor que sus fans en el directo, cosa que ya es difícil.
- Maria de la Fuente
