ZONA DEL RECUERDO: 30 años sin Eduardo Benavente

Carta a Eduardo Benavente

30 años sin Eduardo BenaventeHoy es un día triste. Un 14 de mayo más que pasaré con más pena que gloria. Y con éste van ya treinta catorces de mayo. Hoy se cumplen 30 años desde que nos dejaste, volviendo de un concierto en la localidad de Alfaro. Solo tenías 21 años. Recuerdo perfectamente la noticia, a pesar de que yo contaba entonces con 10 años de edad. Me encerré en mi habitación durante horas. No quería ver a nadie. Las lágrimas no dejaban de caerme por las mejillas y no conseguía entender por qué estas cosas tienen que pasar. Y sigo sin entenderlo hoy, treinta años después. Tan solo era una cría cuando nos dejaste. Una cría que canturreaba sin parar esas canciones que para mí son y serán canciones de culto. Aún se me ponen los pelos de punta escuchando Autosuficiencia, Unidos, o Nacidos para dominar. Nunca llegué a conocerte personalmente, pero sí supe de ti más que de muchos que tenía y que aún tengo cerca. Sé que tu infancia no fue fácil. Quizá por eso eras una persona retraída, tímida y con esa coraza que se nos hace tan necesaria a veces para intentar esquivar el daño, lo consigamos o no. Te llamaban raro, rebelde… Te colgaron esa etiqueta, con la que tanto nos hemos identificado muchos, solo por una manera de vestir, por salirte de lo que ellos consideraban normal. ¡¿Qué sabrán esos “cuelga-etiquetas” lo que es normal?! ¿Acaso lo normal es ser todos iguales, fotocopias unos de otros? Pero eso ya da igual. Te fuiste de repente, sin avisar. Muchos sentimos que no te fuiste solo, que te llevaste una parte de todos y cada uno de nosotros. De los que te conocían y te querían, de los que no te conocíamos pero te sentíamos tan cercano, de todos. A todos nos arrancaste una parte de nosotros que lleva treinta años contigo, allá donde estés.

Se me llenan los ojos de lágrimas cuando recuerdo esa noticia que me cayó encima como un jarro de agua fría… helada. Lo mismo que me ocurre cada 30 de octubre, cuando me acuerdo de tu cumpleaños y te felicito de alguna manera, a mi modo. O cuando escucho la música que nos dejaste. Recuerdo también las conversaciones con Salva, tu padre, al que tuve la suerte de conocer hace años. Recuerdo muchas anécdotas que me ha contado una y mil veces. Recuerdo verle los ojos llorosos cada vez que hablaba de ti y llorar con él cuando me decía lo mucho que te echaba de menos. Tuve la suerte de saber de ti a través de él, de conocerte un poco más y quizá por eso hoy, treinta años después, no puedo evitar derramar más lágrimas mientras me pregunto, una vez más, por qué tuviste que ser tú… Pero sé que algún día coincidiremos allá donde estés. Y charlaremos y nos reiremos de una y mil cosas, de esas cosas que aquí nos hacen llorar. Mientras tanto, descansa Edu. Descansa en paz.

Lo que nuestros lectores opinan