A finales de Septiembre, como un ritual, como los salmones que remontan el río para desovar, llega uno de los grandes festivales del año, el festival que despide el verano y abre el otoño, el Aúpa Lumbreiras. En ésta su decimocuarta edición, que se dice pronto, cuarta en la localidad albaceteña de Tobarra, no podíamos dejar de faltar a esta cita ineludible. Dos intensísimos días de música repartidos en 62 bandas nos aguardaban. Parecía a simple vista que sería un festival similar a anteriores ediciones, no lo fue.
A finales de Septiembre, como un ritual, como los salmones que remontan el río para desovar, llega uno de los grandes festivales del año, el festival que despide el verano y abre el otoño, el Aúpa Lumbreiras. En ésta su decimocuarta edición, que se dice pronto, cuarta en la localidad albaceteña de Tobarra, no podíamos dejar de faltar a esta cita ineludible. Dos intensísimos días de música repartidos en 62 bandas nos aguardaban. Parecía a simple vista que sería un festival similar a anteriores ediciones, no lo fue.
Desafortunadamente, Aúpa Lumbreiras significa últimamente registros exagerados y totalmente desproporcionados por parte de las fuerzas de seguridad del estado, para incomodo del personal que se acerca a disfrutar del festival. Impresionante el despliegue de, principalmente, la Guardia Civil, al cual tristemente ya estamos más que acostumbrados.
Uno está habituado a controles exhaustivos de entrada en la mayoría de festivales. Últimamente también a la salida de ellos. En muchos se realizan permanente controles de alcoholemia durante todo el festival a los coches que entran y salen, cosa de la que incluso nos alegramos. Lo que hace la Benemérita en el Lumbreiras no tiene nombre. Controles permanentes dentro del parking, llegando a despertar a gente que está durmiendo en el coche de madrugada; controles por el pueblo, a personas, y queremos recalcar lo de personas, que se están acicalando en una fuente; controles en el camping, por las tiendas...
Dejando este tema a un lado, como viene siendo habitual, la noche anterior al inicio de los conciertos, en este caso el jueves, ya se contaba con una importante afluencia de gente acampando y disfrutando las primeras horas de fiesta por las diferentes carpas y raves. Gran ambiente, como siempre, el que nos encontramos por Tobarra.
Un viernes caluroso amanecía, y con él enseguida los primeros conciertos del día. El primero de ellos, a eso de las 13.15 y en el escenario Pasión por el Ruido/Maneras de Vivir (coloquialmente denominado “escenario pequeño”), a cargo de los almerienses En Espera, que con su fusión de ritmos presentaban su disco “D Perkaleo”, preparando en cierta medida lo que será su gira alemana a comienzos del año próximo.
Destacar una de las señales de por qué éste sería un festival diferente. En las torretas que separaban los dos escenarios principales, se situaba una enorme imagen del que fue guitarrista, cantante y líder de Porretas, con la leyenda “Hasta siempre, Rober!”. Sobran las palabras, detallazo de la organización.
La primera actuación en los escenarios principales llegó a cuenta de Gritando en Silencio. Buen concierto del grupo sevillano, aunque quizá falto de algo de garra. Con un importante repaso a su último y magnífico disco, “Maldito”, el cual han estado presentando por diversos puntos de la geografía española durante este 2011, no dejaron de lado canciones del “Contratiempo”, como ese “Mírame desnudo” que sonó en los primeros compases del bolo. Muy interesante escuchar en directo canciones como “Actitud” o “Miedo”, aunque el punto álgido llegó con ese “A la luz de una sonrisa” que es sin duda, y será difícil que deje de serlo, el principal himno de la banda.
Sin salir todavía de Andalucía, el segundo grupo del escenario pequeño fueron los cordobeses Hijos del Hambre, anteriormente conocidos como Rockalcohol. Sus ritmos rockeros, su buen hacer sobre las tablas, y por qué no decirlo, su estrafalaria vestimenta (sombreros de copa, chalecos de cuero o un batería vestido de sacerdote) engancharon a todos los que nos acercamos a verles.
Mientras tanto, en el grande era el turno para Ni por Favor ni Ostias. La banda de Burriana nos descargó su punk reivindicativo con gran presencia en el repertorio de su último disco “Bastardos unidos”. Desde el inicio del concierto con “No me tokas más (se akabaron tus ostias)” estaba claro que el grupo iba a responder a las expectativas de sus seguidores más acérrimos. Cumplieron con creces.
Más tarde, turno para otra de las notas curiosas del festival, ya que, sin recordar que antes sucediera algún caso similar, llegó la actuación de una banda de hip-hop, los valencianos Los Chikos del Maíz, que entraron a última hora en el cartel sustituyendo a Alamedadosoulna, quienes finalmente no pudieron estar en Tobarra por unos inconvenientes laborales. A pesar del estilo diferente en lo que a la temática habitual del festival se refiere, el concierto gozó de importante afluencia, ya que se trata de un grupo cuyo mensaje es bien aceptado por los amantes del punk. Punk del que en ese mismo instante se daba buena cuenta en el escenario pequeño a cargo de los vizcaínos Manifa, cuyo vocalista Mena salió ataviado con una camiseta del Athletic y unos vítores al club que desataron el delirio por parte del numeroso conglomerado bilbaíno presente en el festival.
Era la hora de la siesta, pero daba igual, llegaba el turno para uno de los platos fuertes del día. Los castellonenses El Último Ke Zierre daban un buen repaso a toda su discografía, tanto a sus temas más recientes de los discos “La burbuja” o “Quemaste tus alas de ángel” como grandes clásicos (“Hachís”, “Tus bragas”, o “Escupiré jodidos”, entre otros). Pese a que hubo notable afluencia de público, parte del respetable salió del concierto con la sensación agridulce de que quizá la banda haya pasado por momentos bastante mejores.
Seguidamente aparecieron en escena los sevillanos Gérmenes, que cumplían un año de su regreso, en principio puntual, en el Aúpa del año pasado. Pocas diferencias encontramos con el bolo del año pasado. Menos colaboraciones, menos tiempo (que significó la nula presencia de temas del “Oxígeno” en el repertorio), pero básicamente las mismas canciones del año pasado, iniciando el bolo con “Otra vez en tus manos” y culminándolo con “Tragando sin escupir”, sin olvidarse durante el transcurso del concierto de temas tan emblemáticos como “Cual cultura” o “Treinta años sin luz”. Buen sabor de boca nos dejaron, e impacientes aguardamos la próxima llegada del nuevo álbum de la banda.
Mientras tanto (qué rabia a veces no poder dividirse en dos), en el escenario Pasión por el Ruido/Maneras de Vivir tenían lugar grandes actuaciones como la de los valencianos Sujeto K, dando buena cuenta de, principalmente, su último disco, “Sujetokaína”, y dejando un gran sabor de boca entre los asistentes. O los coruñeses Bastards on Parade, que llegaban con sus ritmos punk-folk irlandés y con un repertorio evidentemente basado en su último trabajo “Tales from Death Shore”. Nos recordaron que son gaélicos y que tras trescientas millas de sidra hay que abandonar el bar en Norfolk Street y más si es el día de San Patricio, donde sólo hay gaitas y borrachos.
Por lo demás, destacar que como empezaron tarde se quedó un concierto muy corto donde no pudimos saborear una Guiness ni recordar que el whisky es el diablo, ni siquiera saber que era hora de salir.
Uno de los grupos internacionales, los británicos U.K. Subs, hizo su aparición sobre los tablados de los escenarios principales. Con su impecable y extensa trayectoria, la banda de Charlie Harper demostró que no el paso de los años se debe relacionar siempre con hacer conciertos mediocres, ya que nos obsequiaron con un gran directo, a pesar de que el público no era muy numeroso, pero daba igual, a muchos les dieron una lección de qué es realmente esto del punk con el repaso de sus principales clásicos. Mientras tanto, en el escenario pequeño, era turno para la banda barcelonesa de punk-rock Los Tronchos, que dejaron buena sensación entre los presentes, destacando la colaboración que se marcó con ellos Isma, de Extracto de Lúpulo.
Poco después llegaba la hora de los irreverentes e incorregibles Mamá Ladilla. El trío madrileño descargaba su humor plagado de acidez en cantidades industriales. Homenajearon a “Néstor Patou”, nos enseñaron latín en “Cunnilingus Post Mortem” y, pese a que era otoño, siempre es buen momento para acordarse de la primavera, y a su manera también del bueno de Chanquete. Eso sí, hay que dejar claro que realmente lo importante es el fornicio.
Casi corriendo había que llegar para ver el final de la actuación en el escenario pequeño de otros madrileños, en este caso los mostoleños Proyecto Kostradamus, que también con mucho humor y perfectamente vestidos, como en el videoclip de su canción “Ya están aquí”, nos dejaron temas como “La senda del perdedor”, “Pastilla efervescente” o la ya comentada “Ya están aquí”, además de su último single “Me gustan los problemas”.
Se acercaba el fin de la tarde y llegaba el turno de la banda italiana Los Fastidios, la cual nos obsequió con un auténtico conciertazo a razón de sus ritmos oi!. Un gran sabor de boca el que dejaron, aunque no los pudimos ver enteros porque también había ganas de presenciar el directo en el otro escenario de los madrileños Censurados, que venían a presentarnos su último disco homónimo con canciones como “Vente”, sin olvidar sus temas de siempre.
Sin terminar tampoco de verles (es lo que tiene el Lumbreiras) nos trasladamos al escenario grande a presenciar uno de los conciertos habituales (y que siempre cumple, por qué no decirlo) en el Lumbreiras, el de los vitorianos Segismundo Toxicómano. Con el nuevo disco cociéndose en el horno, abrieron el bolo con el primer single del mismo, “Since 1997”, para continuar con “Las noches siguen sabiendo a sangre” y demás canciones de su último disco “Una bala”, sin olvidar temas imprescindibles como “Odio” o “Gaupasa”.
La noticia que vino también con este concierto fue la aparición de la lluvia, que hizo su descarga sobre el recinto del festival. En principio de baja intensidad, pero cada vez mayor, acabó formando bastante barro sobre el terreno. Era sonando “Las drogas” cuando la gente empezó en mayor medida a huir despavoridamente en busca de un refugio en la zona del camping (el toldo de la barra ya estaba totalmente copado de gente).
Pese a tener los números en contra, y paradójicamente estar en una de las zonas más secas de la península, el agua volvía a estar presente un año más en Tobarra. Fueron varios los grupos que vieron mermada en cierta medida la afluencia de público, principalmente en los casos de The Casualties, Iratxo y los gaditanos Trashtucada. Aun así no perdieron sus ganas de fiesta e hicieron moverse al personal recordándonos que estábamos de festival.
A The Casualties se les recibía con ganas, tras su intento frustrado del año pasado por problemas con el visado. Los de Nueva York impartieron buena dosis de street punk para deleite de sus seguidores. Mientras, en el pequeño, Iratxo ponía al público a bailar bajo la lluvia. Con un gran concierto todo actitud consiguió que a los que allí estábamos remojándonos se nos pasaran mejor las inclemencias. Repasó temas de todos sus discos y, como de costumbre, los que más destacaron fueron “No es la primera vez”, “El aire que da la vida” y una colaboración con los Trashtucada en el escenario. También aprovechó para regalar algunos CDs de su último disco.
Trashtucada cumplieron con lo que se esperaba de ellos. Este año hemos podido verles en diversas ocasiones y en todas hemos salido encantado con los chiclaneros. Pura fiesta y ganas de pasárselo bien, y que nosotros nos lo pasemos mejor aún. Basaron su concierto en su disco “Y no es broma”, del que sonaron “Racka Placka”, “Penélope” o “Infusión”, entre otros. Acabaron el concierto con el himno festivalero “De festi, vale?”.
Una vez más, y van unos cuantos años ya, uno de los puntos álgidos de la jornada llegaba con los vitorianos Soziedad Alkohólika y su potente directo, el cual parece no cansar a sus seguidores, siempre dispuestos a ver una y otra vez a la banda. Con un repaso a su discografía basándose en sus éxitos previos al “Directo” hicieron las delicias de sus seguidores más veteranos. La traca final llegó, como suele ser habitual, con “Nos vimos en Berlín”. Para entonces, la intensidad de la lluvia había disminuido considerablemente, y en lo que restó de noche sólo apareció ocasionalmente y sin mucha fuerza.
En el escenario pequeño hicieron su aparición los Salida Nula, dando cuenta de su ska-reggae. No fue culpa suya, pero quizá un exceso de ritmos tranquilos no era lo que más necesitábamos algunos a esas horas de la noche después del lógico bajón que había dado la lluvia.
A continuación, turno para estilos tan dispares como el “funky andaluz embrutessío” de O’funk’illo en el escenario principal y el punk de los míticos Ostiaputa en el escenario Pasión por el Ruido/Maneras de Vivir. Centrándonos en el concierto de los primeros, nos demostraron que, pese al forzado cambio que han experimentado recientemente en la guitarra tras la marcha de Javi Marssiano y la incorporación de Rafa Kas, apenas se ha visto modificado el directazo que posee la banda. Con los clásicos de siempre, las canciones de su último disco, “Sesión golfa”, y unos Andreas Lutz y Pepe Bao soberbios, los sevillanos demostraron por qué un grupo de ese estilo tiene cabida en este tipo de festivales.
Y de sevillanos trataba la cosa, ya que Narco eran los siguientes en aparecer por el escenario principal. Pese a tratarse de un grupo quizá demasiado habitual en todos estos eventos, su directo es tan potente y rompedor que logran que no nos {pic41}aburramos nunca. Un disfrute ver moverse por el escenario al Vikingo y a Distorsión Morales. En cuanto al repertorio, lo que viene siendo habitual últimamente: mucha presencia del “Alita de mosca” y gran repaso a los clásicos de siempre, con “La puta policía” como final ya habitual de la banda.
Mientras tanto, en el escenario pequeño se descargaba hardcore a raudales por parte del último proyecto de los componentes de Habeas Corpus MARS y Mr. Chifly, Vindicatio, dando buena cuenta de su de momento único y homónimo disco, además de alguna que otra versión.
Punto emotivo con la actuación de Porretas, siempre con Rober en el recuerdo, lo cual hizo del concierto un momento muy especial. Aunque fuera de ello, pocas sorpresas nos vamos a llevar a estas alturas con Porretas. Así, uno a uno fueron cayendo sus habituales clásicos (“La del fútbol”, “Marihuana”, “Porretas” o “Aún arde Madrid”, dedicada a su compañero fallecido) a los cuales respondió bastante bien el público, con ganas de pegarse la fiesta con los de Hortaleza.
En esos instantes en el otro escenario era el turno de los castellonenses Malos Vicios, que nos traían un buen repaso de sus casi veinte años de trayectoria musical, destacando temas de siempre como “Amor y Garrulismo”, “No llueve para siempre”, “Kurao Despanto” o la emotiva “Lucía”. Sólo quedaba un concierto en el escenario pequeño, y éste llegó a cuenta del hardcore irónico de los barceloneses Anal Hard, los cuales dejaron muy buena impresión a los asistentes.
En el escenario grande el broche final lo pusieron los madrileños Envidia Kotxina, en un concierto muy especial para ellos, ya que significaba la despedida de su hasta ahora batería, Jesús Marmota. Tratándose de uno de los grupos habituales en el festival de Tobarra, este año venían con disco nuevo bajo el brazo, “Cuando las bocas comen silencio”, el cual tuvo importante presencia en el repertorio de la banda, con canciones como “Por lo visto”, canción que abre el álbum y que abrió también el concierto. Sin olvidar, por supuesto, los temas más representativos de la banda en su ya podemos decir dilatada trayectoria. Por desgracia, el sonido no acompaño al grupo.
Eran las 4 de la mañana y los conciertos quedaban finiquitados, aunque para los asistentes a los que aún les quedaban fuerzas siempre estaban las distintas carpas y raves a lo largo de la zona de acampada. Otros preferían tomárselo con más calma y se iban a dormir, que todavía quedaba un duro y prometedor día en la jornada del sábado.
- Jorge a.C