CRÓNICA: Albertucho en Barcelona (Junio de 2013)

Albertucho en Barcelona (Junio de 2013) Music Hall
Barcelona

28 de Junio de 2013

Albertucho llegó a Barcelona con la intención de ejercer de hombre orquesta, solo, cargado con una armónica, un ukelele, un banjo, una pandereta, un piano y dos guitarras. Instrumentos que reflejaban un estado de ánimo: alegría. Y la hubo, porque el cantante disfruta. También fiesta, porque el público quería verlo. Sin embargo, el jolgorio no se ajustó a las expectativas.

Las luces de la Music Hall se apagaron y una docena de focos azules y verdes guiaron al cantante hasta el escenario, donde desde hacía media hora le esperaban sus instrumentos. "Vengo a cantaros un poquito", dijo nada más calzarse el micrófono. Empezó con Lo venidero, sentado al piano. Ritmo lento para una actuación más próxima a la firma de discos de finales de año en la FNAC que al concierto de 2011 en al Sala Salamandra. Las palabras "no vengo a contar penas, he venido a traer un poquito de alegría" dieron salida no sólo al single del último trabajo, Alegría, sino a la alternancia entre Albertucho en Barcelona (Junio de 2013)los temas de este último y los de Amasijos de porrazos. Entre Tiene que haber de tó y Superhéroe de sillón, el cantante sevillano adoptó un tono políticamente combativo, ya que aludió a la paciencia del ciudadano para no "reventar a los políticos con una pistolica", así como a la visión del primero como un superhéroe, conjugando a su vez el verbo ser: "Yo soy un superhéroe, tú eres un superhéroe, Vosotros sois..."

El público miraba al cantante, y mientras, éste interpretaba La silla de plástico con una histriónica sonrisa en la cara, que sólo desaparecía cuando la letra del tema lo requería ("pobre ingenuo"). A mitad de tema se permitió la licencia de parar y realizar un speech sobre los borrachos. Llamó la atención, dado que el público que hoy puebla sus conciertos está lejos de sus primeros seguidores, rockeros de pro. El concierto continuó con La gravedad de la teoría, dedicada al "pensamiento libre". Mucho más curiosa fue la introducción de Vida sin reloj, a caballo entre lo profundo y lo pop (o friky): "Esta canción habla de la época dorada, que es como la mortadela de oliva, todos la recuerdan pero nadie la quiere". Acto seguido, sonó La gata y Somos pájaros.

Para entonces, había sonado la mitad de canciones que conforman Alegría, por lo que era posible una valoración de su acogida en directo. Lamentablemente, ésta fue floja. Bien es cierto que muchos de los temas esbozaron una sonrisa en los presentes, pero no lo es menos que estuvieron lejos de ser celebrados, y mucho menos coreados. Todavía más evidente se hizo al caer temas como Mi estrella, que despertó de la pasividad al respetable. Sin embargo, se echó en falta el tono sucio de tiempos pretéritos, esos en los que la seña de identidad eran unas Chiruca y las greñas, y no el chaleco y un sombrero. Al acabar, Albertucho recordó que en 2014 se cumplen diez años de su primer trabajo, "una década partiéndome los cuernos".

También de Que se mueran los profetas fue el siguiente tema, El pisito, uno de los buques insignia del cantante. El espectáculo empezaba a tomar forma, y así es como Albertucho rompió una cuerda. No le quedó más remedio que afanarse la otra guitarra para Muertecito estoy de ganas. Tras ésta, optó por el banjo para La primavera. "Todos tenemos un Mussolini dentro, un corazón traidor", espetó. Semejante introducción era la de Deja de mandar, tras la que instó a no domar el corazón, porque "da problemas". El concierto continuó con El ángel de la guarda, Mi compadre, que paró verborrea mediante con la intención de darle un trago a su dorado vaso de tubo, y Volví a la barra. "Para la gente del barrio" fue La Persiana, cuyo tema vino enlazado por un fragmento de Llegó el día de Triana. Esta canción en particular pareció sentirla especialmente Albertucho, que se retorció constantemente hasta perder el sombrero, el mismo que recogió cual Don Draper en Mad Men.

Albertucho en Barcelona (Junio de 2013)El concierto también dio para material nuevo, Tiempo. El tema en cuestión apuntó alto, sobre todo por la temática vital a la par que fúnebre ("Tiempo, no tengas prisa en llevarte a mis viejos"). Recordó ligeramente al Albertucho introspectivo y directo de los primeros años, y cabe reconocer que la pieza ganó enteros con el piano, distante y solemne a partes iguales. Para el que aquí escribe, el momento cumbre de la noche. Consciente del ambiente que había creado, el sevillano quebró la atmósfera con un desenfadado "se acabó la penita", y al trote inició Vengo a registrarte el corazón.

Un último disparo antes de marchar, Él no murió, "para los amantes de la dignidad [...] la historia del que no quiere morir". Como era de esperar, el público reclamó otra. Curioso resultaba que desde unos minutos atrás, la zona más próxima al escenario estuviese llena de espacios que ocupar, pues resultaba demasiado sencillo situarse a los pies del cantante. Albetucho volvió para rematar la faena. Armado con el ukelele empezó el bis. Se puso revolucionario con Purita dinamita y después optimista, afirmando que "más allá de los cabrones, las flores siguen creciendo" y desmarcándose de su repertorio con una versión del What a wonderful world, de Louis Amstrong. Por última vez, se sentó al piano para cantar Descuida, tema que más respaldo consiguió del público. Finalmente, cayeron dos temas, Una niña, con la que Albertucho se despidió dando las gracias, y Capitán cobarde, tras la cual saludó en formación, ahueco su sombrero y abandonó las tablas.

En definitiva, un concierto con luces y sombras. Se agradece la cercanía de Albertucho. También su extrema sencillez, aunque ésta se le vuelva en contra, pues Alegría exige una banda que potencie el tono festivo, algo que no se consigue en solitario. De la misma manera, sus anteriores trabajos piden a gritos una batería y guitarras eléctricas. Por otro lado, Alegría no ha acabado de cuajar, ya sea por no estar a la altura o por ser el enésimo giro musical del andaluz.

  • Alberto Pozo

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