Muchas novedades se dieron cita el pasado 5 de octubre en Barcelona. La primera, que la sala Bóveda albergaba por primera vez un concierto de rock de los grandes; la segunda, que la banda catalana ¡Sorprendente! volvía a los escenarios tras largo tiempo en dique seco; y la tercera, y más importante, que Porretas visitaba la ciudad Condal después de mucho tiempo, firma de discos en centros comerciales al margen.
Apertura de puertas a las 20:30, comienzo del concierto a las 21:00. No sólo el primer grupo entró en escena con puntualidad inglesa, sino que durante la espera, los asistentes más puntuales disfrutaron de rock nacional, algo que a simple vista parece 
una tontería pero que a la hora de la verdad nunca se da. La mayoría de salas de Barcelona no entienden que si el público allí presente ha pagado por un grupo en concreto, lo óptimo es que la música esté mínimamente relacionada, sobre todo para entrar en calor (en su lengua, para que el cliente consuma).
Entrando en materia, ¡Sorprendente! subió a las tablas entre abrazos; una vuelta a la carretera deseada, cómoda, con grandes compañeros de faena y casi en casa. Arrancaron con Sé más por cabrón, todo un indicio de la actitud con la que regresan al mundo de la música: “sé quién soy, de dónde vengo a dónde no voy”. Al último acorde le siguió sin pausa el primero de Hacia atrás, el único tema escogido de La ópera de los pobres, que levantó a la gente con su sugerente estribillo. La entrada para esas alturas del concierto era generosa, y Ricardo Mora, el frontman, tiró de lo bueno conocido: “Os conocéis la canción, coño”, e ipso facto sonó Trasegando, de los Marea. No se equivocó el cantante, ya que los temas de Marea han pasado a ser un comodín a la altura de los grandes clásicos.
El ambiente distendido dio para que Ricardo recriminara -en tono amigable- a Xavi el haber cambiado las cuerdas de la guitarra el mismo día del concierto: “Sólo a él se le ocurre. Los músicos ya me entendeis”, espetó. El concierto continuó con temas de Contra viento y marea, concretamente AC/DC y Grita, muestra del rock rústico y clásico que ofrecen los ¡Sorprendente!. Para 
entonces, Ricardo estaba totalmente entregado, se le veía eufórico, y el trabajo de los dos guitarras, Víctor y Xavi, era excepcional, sobre todo el del primero, quedándose repetidas veces al frente del espectáculo. Entre cervezas y recuerdos de su última vez en la capital catalana, se dio paso al “adelanto de la próxima temporada”, 7 de picas, as de corazones, y a Sí sí, ésta un con sonido alegre a la par que bailable propiedad de Los Ronaldos, y que el grupo enlazó con parte de Sólo fui a mear, de Porretas.
Atendiendo al lugar del concierto y al grupo que nos ocupaba, uno de los momentos con más posibilidades de suceder llegó: Edu, de Malas noticias, subió al escenario a cantarse Blanco y negro, de los Barricada (en ocasiones uno tiene la sensación de que en cualquier momento Bill Murray apagará el despertador y se levantará de la cama). Se podría decir que fue el momento cumbre: el escenario lleno, la gente cantaba y Xavi se quedaba sin espacio, sobre el escenario o sobre la barra, por donde ejerció de funambulista. “Os habéis animado con ésta, eh cabrones”, añadió Ricardo al finiquitar la versión. El segundo disco del grupo volvió a ser protagonista, con No cambio mi guitarra por ti y Como la luna, con la que el grupo aplaudió a los presentes por la ayuda en el estribillo. El concierto llegaba a su fin, y para ello, tiraron de lo ajeno: Sí, señor, de Leño, Mierda de ciudad, de Kortatu, y Flojos de pantalón, de Rosendo. Durante las mismas recordaron a los que “aman al rock, cada vez menos”, presentaron a la banda e intentaron montar un supuesto ‘wall of death’ que no acabó de tener éxito. Con el trabajo hecho, el quinteto cogió las escaleras dispuesto a disfrutar de la segunda banda.
Tras el pertinente descanso para los de abajo y el intercambio de instrumentos para los de arriba, los Porretas se pusieron manos a la obra. Joder qué cruz, Vive y deja vivir y El abuelo fue picaor abrieron su actuación, hecho sorprendente cuando 
el motivo de la visita de los madrileños era la presentación de su nuevo álbum. No fue hasta el quinto tema, después de Dos pulgas en un perro, que le dieron salida con Cuando sales con los colegas, que no deja de ser una versión de los Green day. No obstante, la respuesta fue buena, y durante todos los temas mencionados, los coros se sucedieron (con le le le, con lo lo lo y con la la la), el efecto ola hizo acto de aparición y la distorsión en las guitarras se palpaba por los altavoces.
“Para los del barrio” tocaron Hortaleza, que todo y la lejanía geográfica (por no hablar de los tira y afloja políticos actuales) caló muy bien entre los presentes, ya que sintieron el tema como si fueran del mismísimo barrio. Por arte de magia, el ambiente empezó a cobrar vida, y el sentido olfativo se impregnó de un olor muy característico… El concierto discurría normal, aunque bien es cierto que costaba reconocer lo que cantaba Pajarillo, a la derecha del escenario. No sucedía lo mismo con Manolo. La gente se entonó con Si bebes no conduzcas y se emocionó con Y aún arde Madrid, dedicada a Robe: “Hace tiempo que no veníamos, y la última vez fue con Robe. Va por él”. El público respondió coreando el nombre del gran ausente, e incluso tras ello se dejaron llevar por los tristes acordes del tema compuesto por Robe e iniciaron la canción prácticamente en solitario. Completaron lo que viene siendo una tónica oportuna, el continuo homenaje en el tiempo al otrora cantante del grupo.
Tras el sentido recuerdo, el tono festivo regresó con el ska de Tripis y el rocanrol de Si nos dejáis, muy marcada por el potente tañir de la batería. Aunque uno de los temas que más éxito despertó fue Jodido futuro, que unificó voces como la que más al llegar el verso “¿Por qué nos lo ponéis tan duro?”. Todo lo contrario sucedió con El gran engaño y No me mires que no te oigo, quedando un poco huérfanas. Sin embargo, esto no duró mucho tiempo, ya que uno de los grandes hits del grupo 
levantó de nuevo los ánimos: Si lo sé, me meo, que a su vez se enlazó con la última visita al nuevo álbum, el tema homónimo La vamos a liar, y otro clásico, La del fútbol, que a mitad demostró cómo se puede desmadrar la gente en un minuto de reloj. En la línea juerguil, Porretas remataron el primer bloque con un popurrí: Pongamos que hablo de Madrid, Esto es un atraco, nena, Diga qué le debo, Peligrosa María, Txus y Saca el güisqui cheli.
Con esto, los cuatro de Hortaleza enfilaron las escaleras de salida. El público de Barcelona quería más, y como consumidor exigente que es coreó al unísono, cual marabunta bebedores cabreados, “Y nos llaman los porree-oeee...los Porretas”. Repetidas veces, sin cesar...hasta que Pajarillo optó por volver y echar una mano a la mayoría no silenciosa. Tras el regreso de los demás, tres balas guardaban en el cargador: Si los curas comieran chinas, con la que se presentó a la banda, Marihuana, un icono histórico -e imprescindible en un directo de los Porretas-, y la tan ansiada Porretas, que acabó de desatar al público, sabedor de que la jarana llegaba a su fin. Y así fue, las luces blancas acabaron con tres horas de rockera penumbra, y los Porretas, con sus respectivas sombras, dijeron adiós.
