Los miembros de Marea vuelan libres mientras la banda de Berriozar descansa. Muestra de ello es su bajista, Eduardo Beaumont ‘El Piñas’, que con su nuevo grupo, Malaputa, ha juntado un puñado de canciones, doce para ser exactos, y se ha sacado de la manga Subió el telón. Las cosas hay que hacerlas bien, así que las ciudades más importantes de la península están cayendo en el correspondiente Subió el telón tour. El pasado 7 de junio le tocó a Barcelona, que esperaba con expectación la cita.
El Piñas no es un don nadie, y eso quedó refrendado en la sala. Ni más ni menos que Razzmatazz; la 3, pero Razz a fin de cuentas. Allí la puntualidad importa, aunque no fueron los Malaputa quienes subieron a las tablas, sino los ¡Sorprendente!, banda de la ciudad condal que ya abrió el concierto de los Porretas en su día. Los de Badalona contaban con una hora, y durante ésta, dieron salida a los grandes temas: Sé más por cabrón, Hacia atrás y Grita las primeras. Al grupo se le veía con ganas. No tanto al público, un tanto agazapado en la penumbra del fondo. Por su parte, ‘El Piñas’ firmaba discos junto a la mesa del merchan.
"Ya lo decían los payasos de la tele, ¿cómo están ustedes?". Así daba la bienvenida Ricardo, el cantante, a los presentes. Acto seguido, hizo lo propio con Malaputa, aunque un solemne "gracias" bastó. Para ayudar al público a entrar en calor, el grupo tiró de versión: Agradecido, de Rosendo. Algunos se acercaron, pero el tema sirvió sobre todo para mostrar el alto grado de motivación del frontman, al que reclamaron la camiseta. No era cuestión de perder el tiempo, así que cayeron ¿Qué más da? y dos homenajes, a Mike Rivers y a Los Ronaldos.
La platea seguía acobardada, sin pisar el -según Ricardo- "círculo de la muerte". En vista del percal, los dos guitarristas, el bajo y el cantante dieron un paso al frente y ocuparon el borde del escenario (dejando tras de sí los monitores de retorno). Sólo el batería, Miguel Soaz, se mantuvo impertérrito… En general, una decisión brillante, dando a entender la intención de llegar a los presentes. Y es que cuando Mahoma no va a la montaña, es preciso que la montaña coja su instrumento y haga una visita a Mahoma.
El quinteto volvió al repertorio propio con AC/DC y Como la luna, para rematar el bolo con melodías prestadas de quien les da nombre, Rosendo. Finiquitaron su actuación tocando Sí señor y Flojos de pantalón. Ambas dieron para solos de Víctor, un intenso trozo instrumental y la ovación final.
El cambio de instrumentos fue prácticamente nulo, ya que ¡Sorprendente! se sirvió de la batería de Eugenio Ubasos ‘Euken’ para su concierto. El instrumento crecía a lo ancho en lugar de a lo alto, y lucía magnífica e imponente con sus dos bombos. Cabe reconocer que quien suscribe estas líneas tuvo la sensación de encontrarse frente a una motocicleta de gran cilindrada. Y es que ambos bombos venían serigrafiados con uno de los emblemas -también redondo- de la banda. Otro factor que llamó la atención resultó ser el abastecimiento líquido de ‘El Piñas’: cuatro latas de cerveza. Nada de abstención, nada de agua, nada de abonarse a las copas del local...birras compradas en algún supermercado de los alrededores.
Con todo preparado para el comienzo, el bajo de Sin herrar se puso en marcha, y acto seguido, las baquetas acompañaron. La sorpresa fue mayúscula, porque el empaque del aquel tridente resultó implacable. Quien albergase alguna duda en cuanto al formato trío se dio de morros contra la realidad: Malaputa suena de coj... El hecho de que el grupo apenas llevase un par de meses como bloque sólo hizo que refrendar la enorme calidad de los integrantes. Únicamente se pudieron reseñar dos peros: el primero, que la entrada no resultase demasiado boyante, aunque la sala escogida y los antecedentes del protagonista augurasen todo lo contrario; el segundo, la dificultad para entender a ‘El Piñas’ cuando departía con el público. Ininteligible.
El concierto continuó con Noche clara y Café y mulas, que colocaron a ‘El piñas’ en primer plano. El también miembro de Marea demostró gran personalidad a la hora de llenar el escenario. Asimismo, quedó claro que Malaputa es él, y que su voz de ninguna manera puede pasar desapercibida. El momento de Café y mulas marcó un antes y un después. El tema que abre Subió el telón, aplaudido como ningún otro, tiene visos de convertirse en el hit de la banda, por no afirmar que no resultaría extraña su presencia en un futuro repertorio de Marea.
Los ánimos se calmaron ligeramente con el inicio de Ramas de colchón, aunque el público se dejó llevar por los intensos riffs del tema y el esfuerzo vocal de frontman. Éste demostró, además, una gran movilidad sobre el escenario. No tanta como suele ser habitual con el grupo de Berriozar pero la suficiente teniendo en cuenta que es quien lleva la batuta. Enlazó con Golpes de viento y Esclavo de su cuento.
Para entonces, prácticamente rozando el ecuador del concierto, se transmitía un control de la escena total por parte de ‘El Piñas’. Se lo estaba pasando bien. Era consciente de su solvencia y se dedicaba a buscar complicidad en Óscar, tan concentrado que la mayor parte del tiempo registraba un segundo plano. Por otra parte, se constataba una realidad; Marea estaba presente. La mesa situada en un lateral vendió un buen número de camisetas -e incluso discos-, pero no tantas como para hacer sombra a la calavera con las dos navajas. A su vez, el icónico símbolo no paró de presidir en el escenario, ya fuese en forma de pegatina en el equipo de Malaputa o en forma de tatuaje.
El estilo de Malaputa, bruto e instigador, tiene un punto muy a tener en cuenta, la posibilidad de ponerse nostálgico y que no se note. Es el caso de Sed de otros tiempos, a la que le acompañó un "ya pintamos canas" del cantante. Sin embargo, sólo fue algo pasajero, ya que de la mano de Quiero se volvió al tono canalla y amedrentador del sexo. Más tarde, se entró de lleno en el segundo gran tema de la banda, Su nombre es ruido. Para la ocasión, ‘El Piñas’ se quitó la camiseta, y la verdad es que no fue para menos. El tema sacudió el recinto entero, y gran culpa la tuvo el trabajo de Eugenio en la batería. Qué manera de aporrear, qué intensidad, qué buena forma de astillar las baquetas…
La ovación que levantó al finalizar la canción fue más que merecida, y dejó a la altura del betún el Pardao de Los Suaves que 
sonó a continuación. Ya retomando el setlist propio, engancharon Dedos muertos y Echa sarmientos. Para finalizar el concierto, echaron mano del tema que da nombre al disco, Subió el telón. Una vez más, soberbias las maderas de ‘Euken’, haciéndose totalmente suya la canción. Con todos los temas puestos sobre la mesa, el único aprobado raspado lo tenía el público, demasiado escondido (esperemos que sólo sea hasta que el grupo se hace un hueco); aun así, el respetable consiguió sacar un pseudobis, Café y mulas de nuevo, y las latas que le sobraron a ‘El Piñas’.
En definitiva, una actuación que superó con creces las expectativas iniciales, la de un grupo que no sólo consigue mantenerse lejos de su inmediato referente, sino que se planta sobre las tablas con identidad propia. ‘El Piñas’, ‘Euken’ y Óscar plasman un directo que promete dar todavía más en unos meses, cuando todo vaya rodado y el público aporte el extra de calor que necesita. Quizá el Aúpa sea su graduación. Atención a ese escenario pequeño…
