-¡Vístete rápido Elena! que vamos a llegar tarde. - Madrid se preparaba como cada año a pasar por el aro de las seudofiestas de San Valentín. Pero tiene un as en la manga. En mitad de una semana en mitad de un mes cargado de entretiempos y cielos grises, la sala Penélope nos sacaba temprano a la calle para asistir a la visita de Dub Incorporation.
-¿Has cargado la cámara?
Evitando pensar en el precio tanto de la entrada como de las consumiciones el portero nos hace comernos una interminable cola. - Esta va a ser buena - Pero no nos importaba, esperabamos ver un directazo de una de nuestras bandas preferidas. Precedidos de un pinchadiscos con escaso protagonismo; basado en un discurso fuera de lugar sobre el reggae español, su 
calidad y su escasa visión de lo que es el buen reggae. Añadió una lista de temas manidos que nos invitaba a gastar la humilde economía y emborracharnos a ver si mejoraba la cosa o ejercitar la paciencia de quienes desesperabamos incómodos para no pegarnos un tiro. Lucimiento de los encargados de un merchandising super colorido y con tintes de diseño pop.
Señalando pequeños detalles de la sala se nos pasó volando la espera ya que daba juego para quejarse. Y de pronto las luces de la sala nos demostraron que aún podian castigarnos un poco más.
Comienza el concierto con una fuerza que por supuesto esperabamos. Estos franceses nos presentaban desde la primera canción un disco (que pese a lo cercano de su estreno) todos ya coreabamos. Lucimiento desde la primera canción de los vocalistas; quienes dejaron claro quienes iban a tener el protagonismo. Un uso de la banda discreto, con alguna participación de unos musicos que no fueron presentados y que no todos tuvieron su momento.
Un acordeón acertado que levantó a la sala y que desapareció poco después en el eco... y de los demás ni me acuerdo.
Caras aburridas entre los teclistas a la sombra de los líderes de la banda. Un batera simpático que se desaprovechaba y un guitarrista que ponía carita de ratón. Delante de la banda, más al borde de la sala, cerquita del público se desarrollaba otra cara del concierto. Los dos vocalistas con una complicidad y un buen rollo que eclipsaba lo que ocurría detrás.
Algún solo de guitarra con tintes de heavy metal y sorpresas en todas las canciones.
Un directo trepidante y con cambios en todos los temas, momentos "put your hands up", "jump jump", "biribibais!!" "txop txop!!" en unas retahílas ragga asfixiantes de seguir y todo lo que hace que te caigan bien los de Saint Etienne en directo. Momentos de interacción con el público secundados de inmediato.
Respuesta de un público que parecía haber ensayado para recompensar el trabajo de Hakim y Aurelien con su participación, quienes lo dieron todo en un alarde de energía y entrega. Sorpresa no ver a Hakim con su traje ceremonial. Una visita discreta que terminó siendo una reggae party con alusiones ska, rocksteady, y folk argelino.
La mirada siempre clavada en sus cantantes quienes bromearon más de una vez con nuestro folklore haciendo sus particulares versiones de quejíos flamencos que fueron recibidos con simpatía.
Todos enamorados por el carisma de estos artistas que pese a no ser unos maestros, dieron algunas lecciones de que no todo es virtuosismo y que la actitud lo es todo.
Nos regalaron himnos clásicos como Murderer o My freestyle en su hora y media de corretear y cantar a toda pastilla o exprimiendo los pulmones en una demostración de talento interminable. Finalmente nos premiaron con un Rudeboy en un bis final con el que nos dejaron completamente satisfechos.
Salir a las 00:30 con poco más que hacer y terminar en el siguiente garito con ellos bailando unos riddims.
Moraleja: La sala aporta buen sonido, precio fuera de órbita, luces demasiado potentes y una espera desmedida. El telonero se podía haber quedado en casa. El público ha dado más de lo que ha recibido. Los dos cantantes se divierten y dejan de lado a media banda que mira triste desde el segundo plano. Y yo me voy fuera a fumar un cigarro.
- Nuskart
