CRÍTICA ALBUM: Luter - Orilla

Luter - Orilla

1-Mi guarida 2-Skyline 3-Estreno mundial 4-Carta de ajuste 5-Entresijos y galinejas 6-El momento adecuado 7-Vox Populi 8-Paseo en bicicleta 9-Pasen a ver 10-El pan del superhéroe 11-11. Se busca poeta (carita de lápiz) 12-Misión a Marte 13-El mundo es como aparece

  • Luter
  • «Orilla»
  • (Rock CD)

La primera noticia que tuve de este Orilla hablaba del cierre de una trilogía, el de la serie de discos bautizada como La vida es para los valientes, cuya anteriores entregas me encantan pero que no acababa de ver bajo un concepto unitario. El más de lo mismo del Millennium de Larsson o el folletín argumental que transcurre en la archiconocida Tierra Media son trilogías, y yo, una persona que aún frente al triunvirato cuchara, tenedor y cuchillo a veces prefiere comer con las manos, entendía este concepto como algo hirsuto y encorsetado; nada que encajara bien con un autor de tantos derroteros como Luter, que es mucho mejor artista por intuición que por insistencia, y que no deja de reivindicarse como un Buñuel o un Allen guitarrero de Lacoma, su barrio.

Hoy, con Orilla en la mano, sé que entendí bien. Es, en efecto, la conclusión de un viaje, pero lejos de ser una meta es un gran salto, y salto al vacío sin correajes ni lonas protectoras, tan arriesgado y descarnado que el público inteligente ha de verlo, por necesidad, salvaje. Un riesgo de esos de los que o se sale victorioso o con los pies por delante y del que Luter, que lleva ya discos demostrando que tiene más cojones que espalda, emerge como lo que es: un artista que sabe teñir su obra de una magia especial, que logra ese equilibrio perfecto entre voz, texto e instrumento, que comunica y emociona más allá del eslogan fácil o del exceso de potencia sonora. Engancha, he ahí el hechizo, y, si es que existe, esa es la verdadera Orilla a la que hace mención el título.

En una época en la que no se venden discos, el proyecto ha salido a través de una nueva plataforma de crowfunding, que sus seguidores han apoyado y secundado, y se ha traducido en un digipack con un acabado de lujo y la elegancia de los discos de antaño. A la primera escucha, la más inocente, descuidada y sincera de las que vendrán -seguro que muchas-, a la pituitaria llega un aroma a naftalina incontestable: este disco suena y huele a clásico. Y eso sólo se sostiene con unas canciones sesudas y de buena percha -que igual lucen con vaqueros y chupa que con el traje setentero del abuelo rockero-, y con la sensibilidad necesaria como para que lleguen al gran público; con el quehacer de unos músicos que siguen avanzando dentro de su oficio, y con una colección de textos en gracia y una presentación muy hermosa.

El disco se compone de doce cortes más un bonus track. Trece temas muy dispares entre ellos que amplían un abanico conceptual importante, pero que encajan perfectamente en el sonido ya característico de los Luter, o lo que es lo mismo, en un trabajo tan solvente como admirable. Arranca el trabajo con Mi guarida, el tema que guarda más en común con aquellos Añicos e Ignora, y del que alguien señaló no hace mucho la facilidad de los Luter para hacer lo difícil: rock and roll y punto. Pero este primer corte, además, deja entrever muchas de las virtudes que vendrán luego: el sabio manejo del clímax dentro de las canciones, unas letras más asequibles que en los discos anteriores y unas bases mucho más trabajadas en las que incluso Fauno (bajo) y Jandri (batería) tienen tiempo de lucirse sin restar protagonismo al conjunto en sí. Una advertencia: ¡se pega! Skyline, tema en el que colabora Rubén Pozo -ex Pereza- y al que sabe imprimir su sello personal, es una de las piezas fundamentales del disco. Reflexiva y enérgica a partes iguales, descubre a un Luter más intimista y a un compositor que gana enteros en el trabajo armónico. Su característico acento ronco dota de una magia singular a frases especialmente descarnadas, y supone una evolución no sólo a la hora de escribir, sino a la de interpretar el texto. El Luter de hoy canta distinto al de antes, algo que se certifica muy bien a lo lago de todo el trabajo, y se ha convertido en un maestro a la hora de traducir emociones en sus letras.

Se podría escribir mucho de cada canción, en consonancia con la variedad de la que me hacía eco antes, pero hay que subrayar que no es un disco de excesos. Por más cañeras que resulten Carta de ajuste o Vox pópuli, el toque en la armónica de Estreno mundial, la acústica de El momento adecuado, los vientos de Pasen a ver o la revisión del blues de El pan del superhéroe, el género en el que se defienden los Luter está muy presente y es, en definitiva, el rock puro y duro. Misión a Marte, con la colaboración del rapero vasco Isusko, a pesar de ser el tema más largo con diferencia, juega tan bien con la intensidad y la mezcla de estilos que se convierte en otro de los cortes imprescindibles.

Como guinda del pastel, El mundo es como aparece (bonus track) adapta libremente un poema de Miguel Hernández a la guitarra acústica y cuenta con la colaboración del incombustible Kutxi Romero, un nombre nada anecdótico si sabemos que Kolibrí Díaz (Marea) produce el disco junto al propio Luter.

Poco más puedo añadir. Solo decirte que, si te gusta el rock y sientes debilidad por las cosas bien hechas, este es uno de los imprescindibles, no cabe la menor duda.

Gracias, Luter, por regalarnos tu Orilla.

  • Jorge Jimenez

Lo que nuestros lectores opinan