Alegría, señoras y señores, vuelven las camisas estampadas con palmeras y flores de vivos colores; vuelven el saxo, la trompeta y el trombón, acompañados de bajo, batería y guitarra eléctrica, o será quizás al revés, uno a veces lo duda; vuelven el ska-fusión, el punk con el reggae, el baile y la fiesta, sin prejuicio del pensamiento, de la Utopía, de la República; tras cinco largos años vuelve la Gran Orquesta Republicana.
Son cerca de las 12 de la noche y el pronóstico se confirma: súmale una, a la hora que aparece en la entrada y sabrás cuándo empiezan los conciertos en el Gruta. Qué le vamos a hacer; llevamos una hora de espera, una hora entre amigos, risas y cerveza, una hora que, la verdad, tampoco ha sido tan larga. De fondo un viejo tema de los Siniestro le canta a la nicotina, a los cigarros en la esquina, a los que había entonces porque, paradojas del destino, hoy existe la prohibición expresa de fumar dentro de los garitos en los que se llevaba fumando toda la vida.
Otros cinco minutos y el público se impacienta. La música no puede tapar los pitidos, que atruenan aún más al callarse ésta, pero se funden en aplausos cuando el grupo, por fin, se presenta en escena. Javier Vegas, cantante y fundador, recuerda a los que no han podido entrar por falta de aforo en una sala, en la que han colgado por dos noches consecutivas el cartel de "No hay entradas". Su voz sobre la batería, nos invita a ser optimistas. Y así, con el primer acorde de Optimista arranca el baile, un baile tan heterogéneo y eufórico como su música, que ya no se detendrá ni para viajar al Paraíso, ni cuando la banda reinterpreta aquellos versos de Benedetti que dicen Te quiero.
Bastan tres canciones para demostrar su competencia y que estos años no han hecho mella en el grupo, que, salvo el regreso de su antiguo batería y la entrada de un saxo que desplaza al anterior a tocar el bajo, no ha tenido mayores cambios en la formación. Su entrega en el escenario sigue intacta, el vestuario idéntico y, salvo lo que los años puedan imprimir en el físico, se conservan tal cual. La Gran Orquesta Republicana suena bien cuando viaja Libre como un taxi, cuando Imagina la victoria de los vencidos, al estar Otra vez girando a su alrededor, a pesar de que no le den Información, o al musicar el poema de Eduardo Galeano Los nadies al que sigue Elvis, puede que el tema más sobresaliente del proyecto de 2009 Malatesta, que abanderaron el cantante y el batería de entonces.
Una de las señas de identidad de estos mallorquines y que más les diferencian del resto de bandas de ska-fusión es su forma de plasmar un enfoque oscuro y desmenuzado de la realidad en unas letras que incluyen ciertas dosis de optimismo y alegría. Lo demuestran llegados al ecuador del concierto, al recordar esta democracia que consideran una gran mierda, aderezada por la salsa azul o roja del partido de turno, y que ellos reflejan en Mundo libre o mundo muerto. Uno de los momentos mágicos de la noche, sin duda, en un bloque que incluye canciones de la talla de Mi territorio, Escribo, Miedo Global o el himno Vida de colores.
La gente no ha parado de cantar y bailar un instante y eso, al llegar el primer descanso, se traduce en una sudada considerable. Estoy, estamos, literalmente calados, lo que junto a los gestos y la actitud de los músicos, habla de la conexión entre banda y público. Una noche mágica, sí señor.
A su vuelta, nos cuentan sobre los barcos que llegan a su isla natal, sobre los que tienen libre entrada y sobre aquellos que viajan dentro de las embarcaciones que no gozan de ella; sobre el Caminante que deja de ser un hombre legal. Curioso el momento de reflexión que induce esta letra a ritmo de reggae, que todas las voces, al unísono, convierten en un alegato abierto, y que la Orquesta rompe con un espectáculo de percusión, acrobacias y una parodia de la danza del vientre. Hasta a bailar se arrancan, ¿no os hablaba antes de lo a gusto que estaban?
La República imposible que luce orgullosa el nombre del grupo, una república sin colores, presidentes, militares ni políticos, una república a golpe de ska, nos devuelve a la pista de baile. Antes un tema que desconozco, titulado A veces y que, junto con el de ahora, suenan a despedida y que, de hecho, concluyen con la frase "Si queréis más gritad".
Y vaya si gritan, más de un minuto de pitos y protestas, pidiendo unos bises en mayúsculas, como lo son La huida, Dime qué hice ayer, Lado bueno y el tema homónimo La gran Orquesta Republicana.
A bote pronto no se me ocurre qué más se le puede pedir a un grupo; bueno sí, un concierto algo más largo, pues noventa minutos después de tanto tiempo, pasan volando. Aún así, me alegro en el alma de haber venido y, ya que me toca contarlo, creo que conciertos como este dan el verdadero sentido a lo de vivir la música. No creo que me equivoque si anuncio a voz en grito que hay Orquesta para rato y brindo por el sueño de una República imposible.
- BELO